viernes, abril 03, 2020

de las crónicas del viento I

demoró pero llegó, el primer viento después del verano. ese viento de rachas fuertes que arrecia durante unas horas y tuerce los pastos. ese que a veces trae hasta el pueblo el olor del mar. ese viento que sorprende a los recién llegados y a veces mete miedo porque chifla feo.

su majestad el viento corre del oeste al sur. está nublado el jueves y nada se parece al amanecer. por fin llegó, ese viento que abre las puertas y desafía los vidrios. cuando está soplando la ratonera se queda en silencio. se acabó el verano, llegó el viento.

jueves, abril 02, 2020

del cielo, el asfalto, el viento y unos conejos grises.


hubo un tiempo en que todo terminaba en los pinos. hasta allí se abalanzaba el proyecto de ciudad. era el colchón de troncos finos y altos que nos separaba de las dunas, de la playa, del verano liberador de la túnica y la rutina de la escuela. un colchón de pinocha poblado de liebres.

luego, el colchón se fue convirtiendo en almohada, hasta ser una pequeña servilleta bordada con hojitas cada vez más chiquitas... hasta  casi desaparecer. el cemento, el asfalto, el vidrio, el pasto, fueron poblando esa ilusión de bosque, ese vestigio de selva que nos quedaba.

mientras tantos atardeceres violeta sucedían,  la ciudad chorreaba hacia el río tan ancho como mar. un día, unos monstruos de voracidad nocturna se fueron comiendo los restos de aquella primera población, casi tan rústica como esta. alguien se robó  los ladrillos gigantes de la casa mosca de la esquina. no sé quien tapó las palmeras centenarias, se achicaron los corazones verdes de las manzanas del centro. esas que nunca tuvieron palacetes, esas que siempre tuvieron ranchos. de a poco, desaparecieron las cabras de los patios de mis vecinos.

otro confín urbano surgió de pronto y se hizo inmenso. enseguida tuvo un nombre y construyó su propio mito. la avenida de los gauchos le empezó a dar identidad. los gitanos lo comprendieron pronto. de la frontera del bajo a la ciudad extendida.

aquel cerro pelado tan lejano donde íbamos de picnic empezó a perder las piedras y abandonó su aire agreste, la villa delia dejó de ser granja y se fue llenando de casas y de historias, el cementerio, con su dignidad decimonónica  de cipreses altos empezó a rodearse de vecinos vivos, cual marcha de zombis.

un día no hubo más tren y el viento escupió otra avenida. un día se achicaron las dunas o a mi se me alargaron demasiado las piernas. pasan tantas cosas en la vida mientras le pasan las cosas a la ciudad. nos vamos quedando siempre con los pedazos de cielo. los chorros de luz cayendo sobre la torre del vigía. el canto de las ranas de la cañada. el salitre del viento en la sudestada.

las invasiones estivales dejan huellas imposibles de disimular. jardines, desiertos, paraísos, escombros. las modas vienen y van. falso colonial, ladrillo de campo, vedette sin plumas, cada verano algo nuevo : no queda lugar para la nostalgia. 

una carrera que siempre se pierde, pero no se abandona con nuestras ciudades hermanas. ¿ cuál es la más linda? espejito, espejito. ¿ cuál es la más compacta? espejito, espejito ¿cuál es la más cosmopolita?.

la naturaleza que siempre nos gana la partida. el viento indomable, que dos por tres pone las cosas en su lugar. el mito que se crea y se recrea de una ciudad que fue próspera, los restos de una gloria colonial que se inventan en el correr del tiempo, la perpetua mentira del cuartel de piedra, la fachada importada del museo, los pomposos recordatorios en sitios inciertos. la evidente huella de los piratas de ayer y de hoy. la moira de los que usan el poder para alimentar mitologías propias y ajenas. la imposibilidad de ser mientras tanto, somos.

tanta arena se ha movido, tantos árboles se han plantado. tantos yuyos se remueven día a día para dar paso a nuestra ciudad. tan extraño y tan salvaje es todo cuando sopla. quizás esa identidad robada o ausente esté en el viento.  la sudestada es la que finalmente nos retrata. esa capacidad de la naturaleza de expresar su furia. de hacernos creer que somos finitos. y los nacidos y los criados, y los venidos y los quedados, resistiendo, haciendo como los pinos de burnett, tratando a afirmar nuestras raíces a pesar del viento y la fuerza de la duna.