lunes, febrero 21, 2005

a incendiar la escuela !

había odiado la escuela desde el primer día hasta el último. nunca se había sentido cómoda dentro de aquella comunidad con maestras enormes e hipócritas que masticaban galletas marinas todo el tiempo. odiaba cada detalle de sus docentes, la risa, el perfume barato, la túnica con los bolsillos cargados de comida, las bocas pintadas de rojo, los zapatos desvencijados por el peso del cuerpo. estaba convencida que todo lo que se enseñaba allí era mentira. parte de una conspiración universal a favor de la ignorancia. también estaba segura que el sistema escolar, tras su discurso democrático, fomentaba las más grandes injusticias. como la que le había dado el papel de la bruja en la obra de blanca nieves en jardinera. había tantas niñas... ¿ porque ella tenía que actuar en ese asqueroso papel de envenenar a la buena de la historia, que además, era su mejor amiga ? también había sido injusto que la expulsaran del salón de música, el primer día de escuela en primer año, por un crimen que no cometió. tampoco en segundo y tercero las cosas habían mejorado. durante esos dos años se había visto obligada a compartir banco con un compañero que tenía un sempiterno moco verde pendiendo de la nariz. había aprovechado cada sarampión, varicela o rubeola para estar en su casa, feliz, lejos de aquel martirio. ya en cuarto año y viendo que las cosas no mejorarían se había asociado con los marginales de la escuela, que siempre los hay, solamente para desafiar al orden establecido. en aquel entonces compartía el elástico en los recreos con el niño más grande y peligroso de la escuela, el cua-cuá. una suerte de tarzán negro que se asomaba a los salones desde el marco de las ventanas más altas y saltaba al interior aullando su característico grito “ cua-cuá “. él se las ingeniaba para destrozar cualquier instante de disciplina, sólo con su grito. después ella siguió con su carrera de sparring en las peleas de su amiga la gorda, siempre acompañándola a la puerta del cine y cargando su cartera con los diccionarios, arma que utilizaba cuando había llegado el momento de humillar al contrincante. dedicarse a luchar con los varones no te ponía en lo más alto de la escala del ranking escolar. tampoco pasar los recreos parada, abajo de la palmera del patio chico, por no haber hecho los deberes, durante todo un año. a veces las contrariedades que vivimos en la niñez nos dan la oportunidad de templar el carácter y también algunas sorpresas. como la que recibió una semana antes de terminar las clases, el último año. le iban a hacer un homenaje, en el salón de actos, con sus compañeros y las maestras. desconcertada, tuvo que subir al estrado y recibir el regalo que le habían destinado entre discursos de las maestras y aplausos de los demás niños. durante tres años había ganado el concurso de dibujo escolar y gracias a eso se habían pintado los salones de la vieja escuela. debió imaginarlo, las maestras no la apreciaban por sus dotes artísticas, todo fue por el vil dinero.