miércoles, septiembre 28, 2005

del reglamento de la abuela a favor de los idealistas

1. puedes ir a la cama con un chico que quiere hacer la revolución, en una primera instancia, será apasionado, ardiente y estará dispuesto a compartir el placer. pero no esperes milagros, no hay revolución que dure cien años, ni cuerpo que la resista. 2. puedes ir a la cama con un poeta, pero no olvides darle un buen desayuno para asegurarte una segunda cita. 3. puedes ir a la cama con un soñador, pero asegúrate que no se quede dormido demasiado temprano.

por figueroa alcorta

me contamino con el glamour de un bar caro con mozos salidos de una pasarela de milán o nueva york. los clientes no lucen tan bien como los que los sirven, ni siquiera se ven tan elegantes como los muebles racionalistas que los circundan. el dinero compensa entonces, esa sutil diferencia. aquí vale la pena vestirse de negro y que tus zapatos brillen. al menos eso pensó el yuppie que esta en la mesa de enfrente. el efecto del cristal y el piso de granito negro justifican semejantes atuendos. hay una cabina de dj en el medio del salón, un centro de proyección que alimenta una serie de pantallas planas que nadie mira. tal vez el diseñador se imaginó que se pasarían en esos espacios imágenes sofisticadas, películas de arte, video arte o fotografías sugestivas animadas por métodos futuristas. pero no, una señal de fútbol es la que alimenta las pantallas. aparecen tipos con el pelo teñido con claritos, caras toscas de futbolistas del medio de la cancha, directores técnicos de aspecto estresado, extrañamente embutidos en trajes italianos y algunos hinchas, venidos sin escalas del mesozoico, envueltos en banderas del club. el mantelito que me traen para apoyar el té es de cuero grueso con pespuntes impecables y contrasta con el cristal y las patas extrañas y cromadas de la mesa. en este bar las mesas son como de directorio. aquí uno debe ser, como mínimo, un ceo. también hay que atenerse a los dictados de la moda de los mozos, quienes detentan el poder de sugerir lo que se usa consumir en cada caso. mi simple manzanilla se transforma en un te japonés de hebras que viene en una tetera de rakú con agua a altísima temperatura. el cuenco solo debe llenarse hasta la mitad, para poder manipularlo después, rumbo a la boca, sin escaldar el paladar. descubro que no es cool tomar lo que me gusta. debo atenerme a las reglas de la casa. es decir a tomar un té desconocido que pagaré como un viaje al mismísimo oriente.