jueves, febrero 22, 2007

la maquina del tiempo

el ómnibus de los domingos está lleno de ancianos. mujeres con moños y bastones de madera rústica que van al hospital a visitar a otros mas jóvenes o tal vez mas viejos pero enfermos. también viajan algunos viejos que regresan de almorzar con sus hijos y suben algunos turistas ancianos que circulan por el centro. cada parada suben más ancianos y en las veredas quedan transitando los mismos ancianos cuando eran jóvenes. por cada anciano de pelo blanco y ojos azules, pasa un tipo alto y rubio usando un jogging. por aquella achacosa señora con la fente poblada de manchas, pasa una airosa muchacha de pantalones rosados. en el interior del vehículo solo viajan las respiraciones cansinas, los bostezos, los chirridos de las dentaduras postizas. tal vez alguna mano arrugada encontrando el frío caño del asiento como único soporte y salvación ante una frenada brusca. en el interior de la mole de chapa y motor crugiente viajan los recuerdos de muchos otros domingos, la llamada que no recibió en una semana, las gotas inolvidables sobre la chapa aquella tarde de lluvia, el sabor de un dátil recien salido de la caja, un guiño cómplice a un niño que se hace la rabona, el alivio al sacarse los zapatos de paquetear, los acordes de una milonga sonando desde adentro del placard de roble. fuera del bus, están los restos de la semana hechos añicos, el tiempo implacable que no dio el suficiente descanso, la paciencia que se acaba a la hora de esperar en la fábrica de pastas, el precio del uniforme de los niños ahora que empiezan las clases, el nombre de aquella mujer que pudo ser la novia pero nunca se dio, las cuotas del auto que no terminan este mes. porque existe una doble dimensión de los domingos que clona a las personas y las transporta a diferentes etapas de sus vidas. algo que no sucede otro día de la semana. algo que es solo conscuencia de las exentricidades del señor domingo .