sábado, marzo 18, 2006

tarea

cuando todos salen del trabajo me mezclo en la montaña humana. copio la mirada perdida de los oficinistas alienados que salen a capturar los últimos rayos de luz natural, con las pupilas cargadas por los destellos del tubolux. camino contra la corriente desde la parte más espesa de la ciudad, donde toman los ómnibus, los autos, los taxis para regresar a casa. a veces, imito el andar cansino de un burócrata con maletín, cuando arrastra sus pies con zapatos negros de plantares por la panza de la vereda con el aire sufrido de alguien que sube el everest cada tarde. miles de émulos de amundsen llegarán a sus hogares, con la sensación de haber hecho algo asqueroso, indispensable y útil para la sociedad : trabajar. y yo, disfrutando del despido, solo puedo ir en la misma línea, aspirando los restos del aire viciado de las oficinas, saboreando las partículas de desodorante barato que sobrevivieron a una decena de horas de inactividad fehaciente, pisoteando los últimos restos del talco para los pies. marcho por encima de las ilusiones de tantas personas que alguna vez fueron niños, que alguna vez arrastraron con desgano la cartera rumbo a la escuela y que alguna vez pensaron que tendrían una vida mejor. uso la parte que me corresponde de vacío y tedio. uso la parte que me corresponde del trampolín que me lanza hacia la nada, al vacío, a la completa soledad. no distingo su vacío del mío. no los diferencio con un remarcador rojo o con un grafo fluorescente. todo es lo mismo, mi salida farsesca de un trabajo que no existe y la salida sobre actuada de un trabajo que no satisface. ¿ al fin, que diferencia puede haber ? el mismo tedio, el mismo olvido, el mismo tono. pero existe la diferencia, lo que hace que el maquillaje no sea lo mismo que la cara. una sutil separación entre las realidades, en el fondo, yo estoy jugando. ellos no.