sábado, junio 11, 2005

alicia en el pais de los hombres-gnomo

experimento un nuevo circuito en la ciudad. una serie de calles por las que deambulo algunas noches en el mes. veo una película, como una papa con pimienta mirando al fuego y después tomo un taxi a mi casa. es un paseo simple, generalmente lo hago los miércoles. no conozco a nadie por ahí, así que me siento colonizando una tierra nueva y bastante amigable. hace unos días descubrí que por ahí también se desplazan los hombres-gnomo. estos seres conducen autos grandes de marcas europeas y siempre llevan a una bella al costado. usan colores imposibles en la ropa, bucitos celestes de marca lacoste o camisitas amarillo patito. miden, a lo máximo, un metro setenta, tienen entre treinta y cinco y cuarenta y cinco años y son menudos y de nariz fina. está claro que la bella se siente protegida por el hombre-gnomo. él, es una especie de señal de éxito en su vida, un certificado que autentifica su belleza y sofisticación, expedido ante alguien que no tiene el don de ver con los simples ojos. he detectado que el hombre-gnomo, contrariamente a lo que piensa la bella, es un ser díscolo. infiel, atento, bueno sólo en apariencia. no mira a otras mujeres descaradamente pero sabe que, con su auto, puede levantar lo que necesite cuando lo necesite. el hombre-gnomo botará a la bella cuando se aburra, algo bastante previsible y la cambiará por un modelo nuevo, cuando quiera. aunque se lo vea entretenido con la bella, me da la sensación que le importa bastante poco lo que ella sienta. al hombre hombre-gnomo no se lo puede confundir con el hombre-llavero que es un chofer frustrado, un amante del volante ante todo. la bella, en general, no es una chica con dinero o profesión. es, a lo máximo, una empleada de zara con aires de princesa que se pone encima todo el sueldo y cree que hizo un gran negocio cuando dejó la secundaria con la esperanza de cazar a un gil que la mantuviera. la bella desprecia un poco al hombre-gnomo y viceversa y en eso va lo atractivo de la relación. quien humilla solapadamente a quien. ahora que la bella subió al tocador, un hombre-gnomo me mira con insistencia desde su mesita. como que supiera que estoy describiendo su miserable vida.