martes, febrero 12, 2013

cita de 48


en el camino fran le mostró el barrio, la casa y los detalles para que se quedara a cargo por un fin de semana. sus tres hijos, dijo, “ni lo notarían”. el principal encargo era el gato negro y un perro viejo y encantador al que los adolescentes ni sacarían a pasear ni alimentarían. esa sería su principal responsabilidad. el suburbio era tranquilo, de esos sitios por donde pasa un pequeño pelotón los ciclistas los domingos de mañana cerca de topanga. ella, que era profesora, tenía cada tanto una cita de 48. a las cuatro se fue al aeropuerto con un pequeña valija. eduardo apenas tenía treinta años y consagraba gran parte de su tiempo a trabajar en una compañía aseguradora en el centro de la ciudad. había llegado a la cita de 48 por accidente mientras se hacía un examen en una clínica y otro paciente le explicó el mecanismo de ese tipo de encuentros. se conocían con fran desde que habían discutido mientras tomaban un seminario de literatura inglesa. antes que el curso terminara se cruzaron en la puerta del ascensor. el se imaginó que estaba casada y ella no le hizo ninguna aclaración. de algún modo rompieron el hielo y terminaron en la cita de 48. la cifra hacía alusión a la cantidad de horas de encierro en un sitio apartado. la consigna era desconectar absolutamente con todo por ese breve lapso. aislarse con un amante implicaba seguir ciertas reglas: hablar poco, tener el mejor sexo posible, comer si era necesario, dormir sólo para recuperarse, consumir alguna droga si resultaba divertido. no salir de la habitación a menos que hubiera un incendio.