miércoles, diciembre 31, 2008

resbalate amor

cae una inesperada llovizna en la ciudad. es sábado y oscureció. apenas un mínimo rocío se despliega y traiciona tres meses de sequía. la noche agradece este gesto de frescura urbana. en la plaza, dos parejas bailan una milonga mojada y erótica. bajo techo, un grupo de curiosos mira el evento. son cuatro seres independientes, plenos, deslazándose sobre la acera empapada. cabezas unidas por la frente, cuerpos graciosamente pegados por la música. curvas y retorcidas de piernas se trazan por el aire con una voluntad férrea. a la distancia, los veo enjabonados por el ritmo, el calor, la mojadura y la impunidad de las sombras. intensos como los cortes, profundos como las quebradas. metidos en un mundo impenetrable por los demás; los curiosos de la calle; los mirones; los aburridos sempiternos del domingo; los pobres envidiosos en general. son el centro de miradas y deseos, que abrazados y perdidos en su historia, circulan por la pista imaginaria de baldosas de granito rosado. bajo el toldo, amontonados, los que parecen testigos del juicio final. están quietos, ensimismados, detenidos ante aquel evento singular: una llovizna. asustados por sus terribles consecuencias. frenados en sus instintos de felicidad. congelados en su propios frezzers. amargados sin saberlo. embarazados por su pacatería individual. protegidos por sus prejuicios y sus miedos. y ahí está sonando la reina del río. la única, la indiscutible, la milonga prohibida. la procaz, la fea, la loca, la desdentada. la puta. la maculada. la que no tiene dueño, ni ley, ni paz. la que lleva a lo oscuro. la pecadora impenitente. la única diosa del sur. la asesina de sueños, vividora de orillas, rompedora de hogares, enterradora de reputaciones. la única guía posible por los dominios de hades. la pasajera desnuda de la barca de creonte. la que se frota las puntas de los senos cuando la espían. y cuando no la espían, también.