sábado, enero 15, 2011

mujer que no sonríe

la mujer que no sonríe mira siempre con ternura, con un poco de locura, el pie de su acompañante. un eterno vigilante le enciende el farol atento, dejándola sin aliento y con el mohair mojado, como si hubiera escampado el llanto en su misiadura. sus zapatos cocodrilo apenas le chancletean, su garganta, su melena, están tan acostumbradas, a las murgas, las payadas y otros deslices así, no respetan pedigree ni palabras de contento. ni en la puerta del convento, ni en el muro de cebollas, olvida lo sucedido, sobre todo si es vivido en un mar de risotadas, con amapolas moradas asomando tras la oreja. un pájaro militante aterriza en la layota, intentando sin derrota, un desayuno abundante. mientras tierno y visitante, el gato gordo de carne, espera bajo el enjambre de las hojas del jazmín. nadie espera en siesta eterna, que el mundo cambie o mejore. más simple si en una hora, el tubo te lo abrillanta y te deja en la garganta las noticias dolorosas, sin frases que son piadosas ni descansos domingueros. ni con basto ni sombrero pueden suplirse los miedos, los boliches, los enredos, las memorias, las personas, los que subidos están al tablero con damero, poniéndose de sombrero al caballo y al alfil usan guantes de terfil y se calzan bien la banda y corona en el balero. es rojito ese color, que pinta en el horizonte, como un ojo maltratado de un pescado del estero, que lucha contra el celeste que se impone en la caída del febo como si fuera imposible combinar lo que has tenido con el futuro infinito.