sábado, agosto 27, 2005

noche de sábado en san juan letrán

empujó la diminuta puerta que comunicaba con el gigantesco altar. pasó agachado, casi gateando, su imponente humanidad. el lugar estaba oscuro pero él, llevaba un par de fósforos por las dudas. conocía el sitio a la perfección, desde sus tiempos de monaguillo almidonado. sin prisa, revisó la caja que había debajo de la imagen de la virgen y sustrajo un abundante fajo de ostias recién horneadas. después agarró sin protocolo la damajuana de vino tinto y la arrastró hasta el borde del escalón. después vació de monedas la urna de las limosnas que estaba junto a la puerta. se metió otra vez, con su botín por la puerta mínima. atravesó cansino la sacristía rumbo al salón que estaba en el fondo, donde había una mesa de futbolito para los feligreses más jóvenes. ahí encontró un par de botas con patines que había donado hace años, al grupo de la legión de maría. volvió a la nave central y se los puso, durante más de una hora patinó impunemente en los pasillos de la gran iglesia, ante la mirada atónita, de yeso, de san antonio y san juan. sus piruetas mas inspiradas contrastaban con la oscuridad del recinto que apenas registraba el sonido de las ruedas metálicas contra el piso embaldosado en imágenes del vía crucis. con la frente transpirada, volvió a la sala de los jóvenes y sin sacarse los patines cenó de un mordisco el grupo de ostias y las regó con un cáliz rebosante de vino sagrado. después, el padre benito se durmió la mona.