sábado, enero 05, 2013

la siesta extraordinaria

la pieza es angosta y tiene una puerta grande, tapizada en terciopelo azul marino para evitar que se cuele algo del interior. en la mesita que actúa como escritorio de recepción hay una lámpara de luz mortecina con filtro rojo de satén. el mucamo tiene unos pies esqueléticos con sandalias y un saco cruzado con cuatro botones, por debajo lleva el pantalón de un pijama de franela. en la pared empapelada, hay un marco pequeño con un fragmento de la tapa del diario "el día" del 7 de agosto de 1945 que tiene una foto de la bomba de hiroshima. en el patio contiguo nos invitan a descalzarnos y nos ponemos unas pantuflas de pelo de conejo. me toca un catre lejano al de mi compañero de excursión. una mujer, de rostro indefinido y unos sesenta años me tapa con una manta mora y me acerca a la pipa. comienza un sueño suave, silencioso y tibio. el adentro se olvida de a poco del afuera. no hay más luces en el corredor, no entra nadie más a la siesta extraordinaria. el cuerpo pierde todo el dolor y me adormezco entre caballitos blancos que nadan a un costado. por momentos, son seis saxofones del blue note, por momentos sombras de moby dick. alguien me enjabona los pies. tengo dos cabezas y no sé, al enfrentar el espejo, cual debe peinarse primero. dos motos chopper entran en la sala y circulan entre los catres. mi amigo se fue, en su lugar hay un auto-adhesivo de un parque marino en yucatán. alguien me enjuaga con una pequeña esponja de piel de oso.envejezco y abro las puertas de un ropero que tiene los zapatos de mis amantes muertos. busco un poco y encuentro el pijama azul bordado con amapolas. el papel tapiz también tiene siluetas de adormideras fileteadas en blanco y negro. ahora combino zapatos de diferentes talles, muertos con vivos, nacionales con extranjeros. el ropero tiene demasiados pares de zapatos. pienso en un campo de exterminio. por allí también pasó la bomba. tengo ganas de algo dulce. tengo ganas de vomitar. no puedo moverme. no puedo mirar.