sábado, abril 16, 2005

nadar al sol

a las siete de la mañana a nadie parece importarle mucho que hacen los demás. este es un asunto que constaté hace años y que no ha sufrido ningún cambio. la mañana es un espacio franco para hacer cualquier cosa, en cualquier parte del mundo. tal vez, esa hora tenga algún certificado de impunidad no declarado, no impreso, pero vigente. aquí estoy, aburrida y sentada frente al único charco de la ciudad que recuerdo. un espejo de agua permanente aun en los días que no llueve. es el charco de la entrada a la terminal de barcos en el puerto. en la fachada del edificio antiguo y banco por donde entran y salen los pasajeros. he salpicado el contenido de ese charco más de una oportunidad en auto, una vez lo fotografié y ahora, en esta solitaria y húmeda mañana de abril espero que el sol entibie el agua para hundirme y nadar un rato.

candombe del plagiador

en estos días el pequeño ambiente montevideano se ha movido levemente a partir de un plagio. alguien copio y lo castigaron. le cortaron todas sus vías de supervivencia. lo quisieron matar y quizás, lo lograron. no se trata de alguien especialmente popular por ser buena gente. es más, un día me puso una lapida. si, una lapida de cartón en un cementerio con gente que no estimo y con mi nombre. no puedo decir que sea un gesto simpático. tampoco puedo afirmar que lo haya perdonado. pero en realidad no quiero hablar de el. porque pensando se llega a roma y yo empecé a alejarme de esta ciudad y llegué a lucca, una maravilla en la toscana donde vagué algunas tardes de abril. entre otras cosas, encontré una exposición de sebastiao salgado. ¿ y saben qué ? me resultó un plagio. una reconstrucción artificiosa de la realidad, de la pobreza, del dolor. no le creo al fotógrafo. no le creo nadita. no me conmueve, intenta manipularme – como un sueco, director de cine que se llama bergman – y eso me saca de mis casillas. me indigna lo que quiere ser bueno y es solo maquillaje. a la larga, me resulta como una suerte de trabajo publicitario en el que se retoca la realidad para que cumpla o no, determinadas proporciones que predispongan a la emoción. prefiero el vacío al esperpento seudo artístico. prefiero, como siempre, el olvido.