lunes, febrero 14, 2005

vocación

la domadora de leones seguía pariendo hijos. cada primavera abría su vientre y expulsaba el prospecto de nuevo artista a las arenas del circo. los mellizos habían resultado buenos con los animales, valentín tenía un encanto especial para ayudar al mago pero constanza...ella no había nacido para aquella vida. su único afán era mirarse al espejo y peinarse. incapaz siquiera de bañarse como es debido, transitaba su adolescencia con una costra de mugre en el pescuezo. movía las caderas, de las que caían dos largas patas flacas, con la provocación de una experta en las lides amatorias. gracias a su actitud indolente y desvergonzada, los muchachos la tenían en el primer puesto en sus conversaciones y sus pajas. ella parecía estar en otra parte del mundo, un sitio al que no habían podido acceder los demás. transitaba su breve tiempo inconsciente de lo que causaba a los del sexo opuesto. si bien la madre no parecía preocuparse mucho por su falta de horizontes, algunas tardes, mientras compartía el carromato con la mujer barbuda y se bajaban unos vasitos de anís helado, soñaba con una carrera rutilante, en el mundo del modelaje, para la nena. la abuela era más pesimista, mientras cosía los interminables remiendos en la lona de la carpa, advertía sobre los peligros de que su nieta fuera preñada en cualquier oportunidad. cuando cumplió los trece, se contagió de una fuerte fiebre religiosa que la llevó a asistir a cada misa, confirmación, comunión, homilía, procesión, exorcismo, extremaunción y boda hasta que definitivamente se metió a monja del verbo encarnado y casi nada más se supo de ella.

al fin solo

había llamado a un servicio de acompañantes y había contratado a una puta. ahí estaba ella, linda, joven, italiana y envuelta en un saco de piel bajándose de un auto en la puerta de su casa suburbana. desde que su lujuria había vencido por knock out a su proverbial avaricia y había tomado su tarjeta de crédito para pedir el servicio a domicilio, se había pasado limpiando la casa. el hogar que compartía con un sicótico que al fin se había ido, por unos días, a otra parte. café recién hecho, cerveza en la heladera, sábanas limpias y toallas nuevas. se bañó, se afeitó y se vistió como si tuviera una cena con sus futuros suegros. había imaginado posibles diálogos para cuando prendiera el cigarrillo después de corjérsela. ella era sensacional, pero él no pudo perpetuar su plan. su amigo de todas las horas no quiso salir de su letargo y ahí se quedó deprimido, maldecido y reducido. sólo pudo decir un par de veces “ sorry “.ella pasó al baño y salió calma y arreglada, con el pelo cepillado, rumbo al auto donde el chofer la esperaba para llevarla, tal vez, a la casa de otro cliente. disimuló la lípori como pudo pero cometió un error. se olvidó la agenda en el comedor. para él esta fue la chance de reivindicarse así que llamó presto al servicio y reportó el hallazgo. mientras la esperaba sintió que se había enamorado de esa mujer y esa era la razón por lo que había pasado lo que había pasado. ensayó varias veces como sería esta segunda oportunidad desde la perspectiva del salvador. a las tres horas ella volvió a golpear la puerta de su casita en jersey. él la hizo entrar y después de entregarle la agenda donde contabilizaba a todos los tipos con los que se había revolcado cada día de cada mes del año, intentó invitarla a salir. “ fuera del trabajo “ – aclaró. ella frustró cualquier esperanza sólo con un gesto, puso un billete de veinte en la mesita, junto a los preservativos holden y partió.