miércoles, noviembre 16, 2005

lástima

no le gustaba comerse las uñas. no le gustaba compartir la cama con animales. ahí estaba, en el medio de la noche, temblando en una cama ajena llena de pulgas. tenía deseos de saltar, tenía deseos de gritar pero el pánico la ganaba y apenas podía temblar. todas las dudas que albergaba a menudo, sobre su condición femenina, estaban en ese momento desapareciendo, como por arte de un mago chino vestido como para animar un cumpleaños, con una enorme caja laqueada y el rimbombante apelativo de “ fu manchú “. era un logro triste, pero un logro al fin. las alimañas se desplazaban por sus codos, por la parte blandita de los brazos, por sus largas manos, por los tobillos y en todos los puntos hacían un pequeño y sangriento orificio. se había quedado esa noche a cuidar el perro de su primo. el pobre tolo. solo porque él se lo había pedido con lágrimas en los ojos desde su cama en el sanatorio. no podía decir que no al pedido de un enfermo, un enfermo grave que posiblemente no tendría la chance de volver a correr al costado de su can. al entrar al departamento había sentido un aire nauseabundo proveniente de ningún lugar. a pesar de eso había ido hasta la terraza, había tomado al perro y lo había sacado a la calle. horas después, cuando el animal ya no le hacia fiestas se había encerrado en el único dormitorio, con planes de dormir. los primeros minutos la cama pareció amplia y las almohadas abundantes. a las dos de la mañana, cuando empezó a sentir la invasión, solo la acompañaba el fulgor de una virgencita fluorescente desde el borde de la cómoda.