domingo, agosto 12, 2007

ficción en las cuatro ruedas

dice mi chofer que no pueden evitarse las mentiras de taxistas. que es todo un género. que se alimenta por las noches en las paradas frías donde solo un mate y una mentira logran alentar a los trabajadores del volante, ávidos de mitos urbanos. ayer tuve dos viajes al pinar, ida y vuelta. me hice para toda la semana. el martes a las seis de la mañana me salió un viaje al aeropuerto y cuando estaba volviendo, uno a punta del este. anteanoche se subieron tres chiquilinas. lindas pibas, bien vestidas. querían que aceptara un celular por llevarlas a carrasco. como les dije que no entonces me ofrecieron sexo. iban a comprar droga. salieron de una casa bien, de clase media. hablaban como chicas de colegio, no parecían prostitutas ni chiquilinas de cantegril. el taller es otro sitio donde las mentiras parece que están a la orden del día. es decir, hay una serie de victimas clásicas de las mentiras de taxistas. los primeros son los demás taxistas, después están los patrones, después los mecánicos, los empleados de la estación de servicio que lavan el taxi, los parientes y después, los pasajeros. mi taxista circunstancial los denuncia sin mucho asco. me da formulas para darle pie a un taxista, para que desarrolle su mentira. dice que es bastante fácil, uno les tira un cabo y ellos enseguida se agarran de la soga, como desesperados. a mi me gusta el cuento clásico del taxista al que se le subió una pareja de una mujer joven, muy linda con el marido y el marido se la entregó. el quería mirar, claro. ella estaba como un fuego. este cuento, alguna vez, también me lo contó beto, un fletero poco glamoroso de la empresa tucumán. quien sabe, capaz que en otros tiempos, antes de sacar aquella gigantesca panza, manejó un taxi.

domingo, agosto 05, 2007

la conspiración de la nostalgia

comprobado: las mejores historias sobre conspiración, se escuchan dentro de los taxis. este asunto crucial en la vida urbana, se convierte en un gran problema en una ciudad, donde se ha inventado una pantalla de fibra semitransparente que separa los pasajeros de los conductores, denunciantes naturales de las cadenas más odiosas de asociación para delinquir. pues bien, los amantes del género debemos acostumbrarnos a escuchar historias entrecortadas por la caída fugaz en el interior de un bache, la interferencia del sistema de radio, la bronquitis del conductor o su bajada del tono coloquial al cómplice, donde a veces perdemos partes jugosas del relato. las hipótesis de los taxistas abundan en argumentos sólidos condimentados con coherencia y lógica. parecen las intervenciones de los fiscales brillantes de algunas series de la televisión. todo es comprobable, todo es factible, como se supone que es la verdad. hace poco tiempo un taxista aprovechó un viaje más o menos largo en una noche de temporal para reflexionar sobre la conspiración de la nostalgia. aquella en la que intervinieron, entre otros, magnates del negocio de las fiestas de apolillados junto a meteorólogos corruptos y una cadena más de mercaderes de la desgracia. el temporal del 23 de agosto era inminente, pero la venta anticipada de entradas para la noche más esperada del año en la que cien mil personas pagan fortunas por bailar música envasada al vacío, no podía frenarse. cientos de espacios reservados con un año de anticipación, servicios contratados, personal, alimentos y bebidas no podían quedar, de un momento a otro, sin financiación. alguien calló a los meteorólogos, alguien calló la voz de los expertos de bagé que alertaron sobre los vientos de 150 kilómetros por hora, alguien se hizo cargo en su consciencia de los muertos y los destrozos. también alguien dejó que la verdad subiera a un taxi, vestida de teoría, detrás de una pantalla de fibra de vidrio.