viernes, abril 28, 2006

cementerio de ex

ahí están todos, enterrados dignamente. por fin existe un espacio en el que, cualquier antigua relación, puede dignificarse. hay hasta un servicio para regar las flores en el caso que alguien las haya plantado, atendiendo al caso que uno se digne a dar una propina al jardinero, por supuesto. en aquel espacio uno tiene la chance de, en vida, homenajear a aquellas personas que han pasado, silenciosa o estruendosamente, a la condición de ex. en la primera fila, bajo los antiguos robles, se entierra a las ex parejas. en la medida que uno se va internando en los diferentes anillos del cementerio encuentra lugares menos paisajisticos, menos atendidos en los que reposan ex vecinos ignotos, los ex porteros, las ex empleadas domesticas por hora y ex vendedores de libros a domicilio. en el camposanto de los ex tambien se puede, por un precio módico, dejar algun tipo de ofrenda y también plantear, via buzón, cualquier nueva informacion que el ex considere conveniente comunicar. la foto del novio actual de una ex, una foto de la misma ex después de su lipoaspiración, sonriendo en bikini en una isla griega del brazo de su actual, una carta en la que la ex enumera las miles de virtudes que ha descubierto una vez que la relación terminó. siete años después, por ejemplo. el servicio ha resultado tan exitoso que un amigo emprendedor está pensando seriamente en invertir en la versión virtual de esta magna institución a la que podríamos recurrir vía correo electrónico o celular, para desviar todos los emails y sms que nos llegan aun de aquellas relaciones que, lamentablemente, ya están muertas.

miércoles, abril 26, 2006

costura en famila

la arrastró hasta el living y ahí, encima de la mesa descubrió los moldes, cuidadosamente cortados sobre un papel fino y marrón. la hija entendió que no habría escapatoria. la madre se había propuesto coser y no pararía hasta verla con alguno de sus modelitos puestos. esto sería mucho más difícil que comerse el budín experimental de jengibre de la abuela, otra creativa adepta a usarla como conejillo de indias. la hija siempre debía prestar su paladar, su pelo o su propio cuerpo al servicio del hobby que estuviera de turno. tampoco era cuestión de despreciar la oferta, eso había aprendido de el padre, que hacia años deambulaba en los inviernos con aire de resignación luciendo un buzo rojo de lana, tejido por la abuela, que tenía una manga notoriamente más larga que otra y dos tonos de rojo sospechosamente similares pero diferentes mezclados. entre las virtudes de la costura de la madre, podía reconocer una tendencia al minimalismo, provocada quizás por cierta necesidad de verse libre de cosas esclavizantes como los ojales o los bolsillos con tapita. lo de ella era cortar líneas simples, amplias a veces, como carpas y en lo posible coser lo más derecho que se pudiera hasta finalizar el género. la madre no aspiraba a realizar almohadones, sino a realizar pantalones, chalecos, piezas complejas que a veces resultaban imponibles. le gustaba consultar sobre estampados a sus futuros modelos de manera que estos, al optar o sugerir un determinado estilo de tela se vieran obligados a lucir la prenda sin más. se preocupaba por coser todo forrado lo que a veces creaba esa falsa sensación de algo trabajoso. amaba los pespuntes, las rayas, los escoceses pequeños y detestaba las telas oscuras porque no veía nada mientras cosía. en general reprobaba todo el contenido del ropero de la hija , estos intentos de fabricación casera apuntaban a nutrirlo con mejores opciones que las de su gusto tergiversado y vulgar. esta vez las cosas no le saldrían tan bien. a la hija le entusiasmó al extremo la propuesta, seleccionó los tres moldes de chaleco y emprendió a la calle a buscar las telas para fabricarlos. no tuvo pudor a la hora de seleccionar telas caras o de tonos imposibles de combinar y agregó cortes de forro de tonos insultantes como para finalizar la cruzada. la madre apenas podía seguirla, superada por tantas opciones, colores y accesorios. la tarea sería extenuante, los materiales se veían difíciles, resbaladizos y de notorio mal gusto. la hija no dejaba de sonreír blandiendo, con aire inocente, la tarjeta de crédito.

lunes, abril 17, 2006

si querido

todos hablan de la depresión post parto pero pocos hablan de la depresión de la novia. si, las recién casadas también se deprimen. fue el caso de irina, que apenas regresó de la luna de miel hizo toda clase de intentos con láudano para pasar a la otra vida. su esposo, que había sido advertido por un tío griego de mejillas rosadas, hombre de múltiples experiencias en la vida, había mezclado vinagre con un poco de tinto ardido para engañarla. irina no estaba muy informada sobre los efectos del láudano y sentía mareos fuertes cada vez que se mandaba un vaso con el supuesto veneno. pero la muerte no llegaba y el marido seguía engañándola con una mezcla inocente de cocina. irina sentía culpa y al mismo tiempo ganas de huir de esta vida cruel lo antes posible. apenas podía ver el rostro sonriente de su marido cuando acababa la faena matrimonial de cada noche, algo que él consideraba un honor y ella, un castigo. no soportaba el aliento de su marido. era algo imprevisto en un casamiento arreglado. no había manera de protestar. ningún futuro suegro se ocupaba en averiguar si su futuro yerno tenia en la boca un olor que podría hacer el trabajo de un soplete en la mesa de un hojalatero o el accionar de una langosta en un campo recién florecido de sorgo. ninguno se interesaba en conocer el estado de los calzones del futuro marido, si tenía hemorroides o no, si portaba granos en el culo o sífilis. ninguno le revisaba la dentadura, como si lo hacían con la novia. esa misma novia que en las tardes, cuando venían los parientes para comerse las sobras del banquete de bodas y especulaban sobre el posible e inmediato embarazo de la recién casada y el posible nombre del primogénito, empezaba a sospechar que había tomado el camino equivocado. una tarde fue a un pueblo cercano por veneno de ratas. eso no podría fallar entre los restos del strogonoff.

jueves, abril 13, 2006

temporada de patos II

lo conozco hace años. es un tipo alto, feo, de lentes, con el pelo achatado, entre treinta y cincuenta años, cara de nerd, boca grande y paso ligero. se dedica a cazar minas por dieciocho de julio, la calle principal de la capital. de día y de noche esta al acecho, buscando presa. he sido su potencial víctima por mucho tiempo, hasta que una vez directamente lo increpé y me lo saqué de encima violentamente. ahora lo miro mal y no se mete. casi todos las noches me lo cruzo en algún bar, con alguna de sus piezas de caza. cuando me vine a vivir a montevideo y me encaró por primera vez pensé que se confundía o yo lo hacía y que en realidad nos habíamos conocido y yo era una desatenta al no recordarlo. años después mi cuñado me contó que un compañero suyo usaba la hora del almuerzo en su trabajo para parase en la esquina de la calle paraguay y a las mujeres solas que pasaban las invitaba a acostarse con él. siempre encontraba una candidata y volvía al trabajo con la misión cumplida. épocas del sexo seguro. entonces se me ocurrió que este ser era un sub producto de aquel, una variante, una cepa un poco diferente, más dispuesta a la charla, al preámbulo, a la invitación al café. un día hasta abrió la puerta de una parrillada y me invitó a almorzar. nunca llegué a aceptar nada de su parte. ahora camino por la ciudad desierta y lo reconozco, agazapado en la puerta del festival de cine, a la hora en que sale la gente de la función, con el programa de cinemateca arrollado en la mano. vestido con un chaleco a rombos celestes y amarillo patito. ahí está, dejando pasar a una serie de personas y fijando su objetivo. lo espío desde la vereda de enfrente. en la esquina, una de las mujeres solas de la manada dobla por la perpendicular, la sigue desolado con la mirada pero opta por la calle principal. era joven y bastante rica. cruza en el semáforo y sigue al pequeño malón que empieza a descomponerse, entonces aborda a la mujer de trajecito negro y falda. tiene pelo corto, desde aquí se ve como de cuarenta o cincuenta años. camina un poco alejado, como tambaleando, a su costado. insiste y sigue una conversación inverosímil plena de genéricos que ya conozco ¿ pero... como andas ? tanto tiempo ... ¿ como que no te acordas de mi, como andan tus cosas....bien ? ¿ tomamos un cafecito ? lo veo perderse y llegar a la esquina. cruzo porque quiero ver el fin de la historia. hay mucha gente en la parada del ómnibus, entre ellos, vuelve el cazador sin presa, raudo a tratar de pescar alguna que salga del cine rezagada porque es renga o se estropeó la cadera limpiando pisos.

miércoles, abril 12, 2006

todo bajo control

los asientos no alcanzan o están en el límite de lo tolerable. por eso la azafata sale a buscar un culpable, a revisar a los que ponen el equipaje en el asiento contiguo para evitar compañía. soy de las que tienen cara de viajar solas, nací con esa condición, es genético. ¿está ocupado? increpa la morocha de uniforme azul y moño apretado y yo intento un gesto de distraída y retiro la revista ilustrada del asiento. creo que fue al baño, miento con descaro. ¿ porque hay tanta gente dedicada al control ? profesionales y aficionados de la pregunta ¿ a que hora llegó ? ¿ con quien vas ? ¿ tenías la plata ? son cada vez más en número e insistencia. los que corrigen la gramática de los otros, los que cortan los boletos en la puerta del bus , los que revisan el monedero de la novia. ¿ nos estamos haciendo adictos al control ? ¿ acaso esto se esta convirtiendo en pandemia ? ¿ vaca loca, gripe aviar y control ? ¿ podremos sacarnos los mocos en el futuro sin ser reprimidos por otros ? ¿ existirá una policía uniformada que aprese onanistas en sus momentos mas privados ? ¿ mis impuestos irán para pagar este tipo de servicios de atropello? pero la mayor pregunta que me hago a la hora de pensar en nuestra futura sociedad-civil-policíaca es : ¿ quien emitirá los comprobantes, los recibos, los tickets de todo esto ?