domingo, junio 24, 2007

el chupon y la máquina del tiempo

en una mesa , unos rockeritos hablan de todo un poco. después de la noche de toque hay que alardear de las conquistas obtenidas. uno se detiene en contar un chupón, los otros lo alientan y el tema del chuponear se instala en la mesa como el asunto del calentamiento global en cualquier asamblea de notables. el de pelo ceniza, larguito como uno de los hanson, se regodea en detalles, lo mejor es chuponear, apunta otro. los demás están de acuerdo. chuponear es la mejor parte, nueve votos y uno que se abstiene. la asamblea habló. más cerca, en la barra, dos amigas veteranas narran hazañas sexuales más o menos recientes. encuentros patéticos con tipos carentes de habilidades para la cuestión íntima. tipos absolutamente vulgares como aquel que tenía una especie de fiambre español del guinnes colgando entre las piernas. intercalan las escenas bizarras con cuentos llenos de ternura. una recuerda haber despertado en un garaje rodeada de bicicletas oxidadas, máquina de cortar el pasto y millones de pares de ojos de gatos brillando en la oscuridad. ellas no pueden disimular sus arrugas, las patitas de gallo se marcan en la zona de los ojos, el gesto de la boca, un poco adusto y la punta de la nariz que empieza a apuntar hacia abajo. el sexo parece haberles quitado vidas, como en un juego electrónico. cada aventura es un poco menos de tiempo. cada día después es como un año después. el desgaste es grande, el alma pierde mucha energía, todo se va reduciendo, arrugando, secando, machucando después del encuentro de los cuerpos. al contrario sucede en el chupón, donde la energía se regenera en función de un nuevo chupón y así sucesivamente. un chupón lleva a otro y un chupón después de otro es mejor que el primero. el arte de chuponear te prende la piel, te tensa y te calma, te envuelve y renueva. cada chupón es un año más de vida, es una nueva ilusión. el chupón es la máquina del tiempo.