miércoles, septiembre 27, 2006

sandra y celeste

es este pequeño pueblo hay dos de todo. dos escuelas, dos compañías de transporte, dos gasolineras, dos ciber café. prefiero el fashion ciber café, emprendimiento de un artista local seguramente incomprendido, que se apresta a emigrar y triunfar en la gran ciudad. si bien ayer una de las empresas fúnebres daba servicio al cuantioso velorio de un viejo, que según se dice estaba conservado en alcohol, esta mañana la balanza se inclinó por la otra compañía mortuoria, gracias al accidente de tránsito que se llevó a un joven adorador de los bólidos motorizados, brindando así un equitativo reparto de actividades y ganancias. acá la vista se pierde en el agua, que lo rodea todo. incluso corre un viento fresco cuando arrecia el sol del mediodía que equilibra un poco el paisaje de playa y campo. el ruido de las gaviotas, los botes de pesca anaranjados y las olas que rompen en la playa oeste. en la otra orilla, donde no hay arenas blancas se ven los barrancos de tierra colorada y los bosquecitos de ombúes. una niña se llama hayabuza, en honor de la moto favorita de su padre, un modelo de suzuki 1300. un caballo suelto, mezcla de criollo y cuarto de milla, de pelo bayo, se encarga de regular el alto del pasto de las veredas. a las ocho de la mañana, este operario informal sustituye a la maquina, al jardinero y a la vecina hacendosa. deja un poco de bosta, es cierto, pero lo hace bien y tiene una estampa sin dudas, más bella. en un predio cuadrado y verde, rodeado por un alambre, dos vacas, una vieja y otra joven no se dedican a comer. una le lame el rostro a la otra, con un cariño y dedicación que solo remite a amor. me pregunto ¿ se besan las vacas ?

domingo, septiembre 24, 2006

las vueltas que da la vida

parís. les champs elysees. que extraño y al mismo tiempo familiar resultaba todo. él y pancho estirando las piernas en el asiento trasero de un auto gris enorme, con chofer uniformado y chapa de las naciones unidas o alguna cosa así. a toda máquina bajo el pont neuf. él y pancho, el caniche que le habían traído medio dormido esa mañana al aeropuerto. el mismo perrito con el que había compartido una cómoda poltrona de primera clase. ah...paris...quien se iba a imaginar que algún dia, estuviera en parís. en ese momento, tuvo ganas a abrazar a pancho y agradecerle por esta oportunidad, de estar ahí, en aquel fabuloso lugar, de ver europa por primera vez. solamente por que su ama lo quiso tener cerca y a los perros no les dan pasaporte y no saben hacer check in y todo eso y bueno, alguien lo tenia que acompañar y ahí estaba el. veterinario desocupado, un tipo lleno de tiempo libre, libre para tener experiencias de todo tipo. atravesando parís, de la pata de un perro insignificante. un simple paquete de huesitos y pelo enroscado, ni siquiera muy vivaz, ni siquiera cachorro. una mínima expresión canina lo guiaba por la ciudad luz. no una percanta infernal, de esas que te enloquecen hasta el punto de recorrerte el mundo para apretarlas, no una vieja y excéntrica millonaria con asientos en el concorde a la que debía complacer después en un cuarto del ritz , no una beca para ir a un curso de especialización en el instituto pasteur. tan solo un perrito mínimo, chiquito, con los ojos un poco torcidos por el aire acondicionado. si todos los caminos conducen a roma, algunos perros te llevan a paris.

jueves, septiembre 14, 2006

eres perfecto

ruffus es absolutamente maravilloso. no puedo decir nada más. me hace viajar a una especie de campo de cebada, dorado por el sol de la primavera. rumbo al oeste, con brisa en la cara y un aliento dulzón en los labios. me hace recuperar mis ganas de amar y de ser amada. me borra las huellas del incendio, el olor del hollín, las marcas en las manos, la sirena de los bomberos, la llamada del sábado que nunca llegó, el humo, tus promesas incumplidas, los vecinos en la vereda, el plato roto esparcido en el piso de cerámica marrón, el olor a piel chamuscada, las manchas en la pared, las marcas, el dolor del corazón, los vasos ennegrecidos, la princesa en su balcón, el racimo de vacas de piel estirada y suave, el olor a mango del jabón líquido para la ducha y esos besos en la oscuridad, toda esa extraña promesa que salió de la sombras, como si fuera un vampiro sediento que después regresa al ataúd y duerme por cien años. nada podría ser igual en mi vida si no estuviera ruffus tan perfecto, tan californiano, tan dueño de la suavidad, tan generoso con ella. un donante que no escatima su legado y lo distribuye como maná entre nosotros, simples mortales.