domingo, agosto 05, 2007

la conspiración de la nostalgia

comprobado: las mejores historias sobre conspiración, se escuchan dentro de los taxis. este asunto crucial en la vida urbana, se convierte en un gran problema en una ciudad, donde se ha inventado una pantalla de fibra semitransparente que separa los pasajeros de los conductores, denunciantes naturales de las cadenas más odiosas de asociación para delinquir. pues bien, los amantes del género debemos acostumbrarnos a escuchar historias entrecortadas por la caída fugaz en el interior de un bache, la interferencia del sistema de radio, la bronquitis del conductor o su bajada del tono coloquial al cómplice, donde a veces perdemos partes jugosas del relato. las hipótesis de los taxistas abundan en argumentos sólidos condimentados con coherencia y lógica. parecen las intervenciones de los fiscales brillantes de algunas series de la televisión. todo es comprobable, todo es factible, como se supone que es la verdad. hace poco tiempo un taxista aprovechó un viaje más o menos largo en una noche de temporal para reflexionar sobre la conspiración de la nostalgia. aquella en la que intervinieron, entre otros, magnates del negocio de las fiestas de apolillados junto a meteorólogos corruptos y una cadena más de mercaderes de la desgracia. el temporal del 23 de agosto era inminente, pero la venta anticipada de entradas para la noche más esperada del año en la que cien mil personas pagan fortunas por bailar música envasada al vacío, no podía frenarse. cientos de espacios reservados con un año de anticipación, servicios contratados, personal, alimentos y bebidas no podían quedar, de un momento a otro, sin financiación. alguien calló a los meteorólogos, alguien calló la voz de los expertos de bagé que alertaron sobre los vientos de 150 kilómetros por hora, alguien se hizo cargo en su consciencia de los muertos y los destrozos. también alguien dejó que la verdad subiera a un taxi, vestida de teoría, detrás de una pantalla de fibra de vidrio.