martes, noviembre 03, 2009

risa fácil

en el otro rincón de la almohada estaba su enorme cabeza, descansando profundamente. desde un ángulo un poco retorcido se veía como un mandril. era una buena ocasión para revisarle los bolsillos, contar cuantos condones le quedaban, ver si efectivamente andaba con el anillo de matrimonio y descubrir su cara de tonto en algún documento. por primera vez le interesaba saber como se llamaba aquel espécimen de brazos marrones. había pasado bastante tiempo comprobando otras virtudes y había dejado el detalle del nombre olvidado. se habían cruzado cuando ya tenían los ojos rojos y la risa fácil. no habían tenido ningún tipo de conversación previa. no habían tenido el clásico cortejo. simplemente se habían empezado a reír primero en forma suave, después cada vez más escandalosa. uno había caído encima del otro y al rato estaban en un taxi y al rato en una cama que tenía un ventilador en el techo. ahora entraba un tenue resplandor que volvía el cuadro un poco más nítido y le permitía tomar acciones por cuenta propia, con el sonido de su respiración de fondo. era lindo hurgar en el vestuario del otro. hasta el momento que encontró el cuchillo en su vaina, mezclado entre los pantalones. un arma de ciertas dimensiones, con un filo impresionante. el típico cuchillo de campaña que llevaría cualquier soldado a la selva. entonces sacó suavemente la mano del bolsillo y la usó para agarrar su ropa. se deslizó en puntillas hacia la puerta. los zapatos, se los calzó en el descanso de la escalera. caminó unas cuadras y se tomó el tren. en dos paradas se bajó y compró el diario. se metió en el café y pidió dos bizcochitos de crema. detrás de unas nubes que acompañaron la salida del sol se vislumbraba un día brillante. siguió su camino concentrada en nuevos pensamientos. la ciudad sería bastante grande para no cruzárselo nunca más.