sábado, julio 30, 2011

la lista de los viudos

había empezado a crear una lista de viudos apetitosos contraviniendo los clásicos consejos de amigas que indican siempre que competir con un amor que se encuentra en el más allá es realmente imposible. a veces era conveniente ir contra los consejos de los demás y establecer un camino propio de errores para recorrer con fruición. siempre existía un porcentaje de hombres que, más allá de ser viudos, estuvieran interesados en volver a empezar. todo le parecía absurdo y por eso invertía algunas horas al día revisando avisos fúnebres, convocatorios para misas recordatorias y otras fuentes de información fidedignas sobre hombres abandonados por sus mujeres por “causas naturales” y de las otras. según entendía los viudos eran hombres con una experiencia en comprometerse, con un pasado y seguramente un presente más bien estable, partidarios de una vida sencilla y familiar. el paraíso para cualquier guerrera agotada de transitar en los brazos del destino incierto. una base en la que recalar para descansar los huesos después de tantas frustraciones en la batalla continúa del amor. un remanso merecido al fin. un rincón en el que refugiarse de las penas y el vértigo. una nueva manera de vivir sin sobresaltos. quizás, el sitio secreto en el que encontrar la plenitud tan buscada. cerró los ojos y encontró una imagen nueva en su cerebro: estrellitas brillantes sobre un fondo azul, como de terciopelo. algo parecido a un diseño de dudoso gusto pintado en el túnel de un parque de atracciones. sintió el olor dulzor del azúcar inflado y tuvo un breve espacio para una nausea. al despertar de este breve y fundamental viaje reparó en los cincuenta nombres que tenia registrados con datos abundantes en una planilla de cálculo en las que se incluían columnas sobre cantidad de hijos, profesión, amantes conocidas, religión, costumbres gastronómicas y lugares habituales de recreación, se dio cuanta que aquella lista era realmente valiosa y que podría emprender un negocio de citas para otras mujeres que pudieran estar verdaderamente desesperadas. buscó en su teléfono el número de un hombre que, por su carácter de “pasajero”, resultaba toda una garantía.