sábado, marzo 26, 2005

carretera perdida XIX

vamos por la ruta en el bólido amarillo. el disco de james brown no funciona demasiado bien porque hay pequeñas piedras en el camino. de todos modos tenemos charla pendiente en abundancia y el paisaje se presenta atractivo. como siempre, llevo el mapa abierto sobre las piernas para detectar algún camino secundario que nos permita llegar a un puente de hierro antiguo o tal vez uno de madera. buscamos tramos del río santa lucía que puedan tener pasos o puentes. son las cuatro de la tarde y sentimos el embate del almuerzo. nos perdemos en don sanson. nada de lo que hay alrededor nos permite augurar una tranquila siesta, ni un parador, ni un simple parque ni siquiera un árbol frondoso donde cubrirnos del último sol de marzo. seguimos dando vueltas y nos internamos en un camino asombroso y ondulante, en el que aparecen diferentes texturas de bosque y cerro. a veces hay montículos azules, otras veces verdes, otras veces las superficies se ven ennegrecidas por la piedra pizarra. a lo lejos, se ven fragmentos brillantes, quizás provengan de antiguas canteras abandonadas o de proyectos de minas que nunca rindieron oro. esta pequeña ruta, de treinta kilómetros de sorpresas, esta enterrada entre las rutas doce y ocho. le dicen panorámica y quisiera agregar que se quedan un poco cortos, debería llamarse maravillosa. recorremos el camino durante más de dos horas sin cruzarnos con nadie. juntamos carqueja y manzanilla en los bordes del camino y unas flores pequeñas color lila que crecen silvestres entre las ramas. y cuando el sol empieza a inclinarse llegamos al parador salus donde esposos con enormes barrigas atacan postres pantagruélicos munidos de una cucharita.