sábado, septiembre 08, 2012

dioses y duendes

aquella noche, el jardín había recibido más visitas que nunca. los cuerpos giraban exhaustos por el inmenso césped. de a ratos se oían las carcajadas de las parejas que correteaban desnudas por la glorieta, saltaban a la fuente y se tiraban abrazados sobre los canteros cultivados con calydoreas. los perros estaban en el canil desde mediodía con la panza llena, para no interferir con sus ladridos en la noche estrellada. la dueña de casa había desaparecido temprano en la limusina de unos amigos, tal vez rumbo a la playa a fumar opio. el mayordomo, dormía plácidamente gracias a un somnífero. en la cocina, las mucamas de guardia miraban la repetición de su telenovela en el cable, con auriculares puestos. la orquesta, tocaba en el balcón blanco un himno polaco y el director, borracho como una cuba, apenas lograba mantener el equilibrio. los músicos seguían como hipnotizados unas partituras interminables sin aflojarse el nudo del moño. en un sofá, dormitaba la madre mientras su joven amante surfista le lamía los dedos de los pies. por todos lados había copas de cristal de todo tamaño y contenido, bandejas con restos de petit fours saladas y dulces, chaquetas de terciopelo, mitones, sandalias y escarpines. dos mellizos adolescentes de piel blancuzca, perfectamente vestidos de negro hablaban de nietzsche abrazados en un rincón. en la biblioteca, bajo una abundante cortina color oro se divisan mi torso, mi bolso, mi pelo y tus lentes.