martes, mayo 30, 2006

paseando por la bella

aun nublada y con las calles atestadas de camiones de reparto, buenos aires se ve linda. descubrí una panadería a la antigua en la calle arévalo, de esas que fabrican napoleones y galletas de miel de las grandotas, medio duras y exquisitas. por aqui todo parece posible en esa mezcla violenta de lo clásico con lo moderno. es uno de los sitios en los que distingo más artículos de belleza destinados a los hombres. pobre del pelado o del tipo con barriga. aquí nadie se lo perdonará facilmente. cientos de unguentos y cremas los esperan, masajes, ejercicios, pócimas de recuperación capilar. el galán porteño de pelo abundante, corte al estilo iracundos y pelo blanco debería ser nombrado ciudadano ilustre o algo asi. los hay taxistas, empresarios, dependientes de farmacia. en todos lados están estos especímenes entre cuarenta y cincuenta años que aunque no los tengan puestos, tienen configurado un traje cruzado en el aura. a pesar del tráfico, me siento cómoda en este caos levemente orientado hacia alguna parte. atravieso la ciudad a pie, como me gusta hacer cuando tengo tiempo o mucha voluntad para perderlo, solo por el placer de ver toda la gama, de pisar todos los suelos y escuchar todos los matices del argot local. estreno botas asi que nada mejor que llevarlas a conocer esta ciudad, bella y grandota en la que siempre surge un piropo gracioso de esos que te dejan con una sonrisita pintada en los labios.