domingo, enero 02, 2005

abducida y abandonada

el intruso esperó hasta a las doce, cuando el cielo se llenó de cañitas voladoras y todos estábamos distraídos con los juegos luminosos y en ese momento se instaló. un apagón muy breve y ya estaba alojado en la heladera. después le resultó muy fácil hacer el resto. mis primeros sínotomas no se hicieron esperar. una extraña baba transparente y amarga vertió de mi garganta, con los recuerdos del sabor de una bebida-pomelo. una fiebre alta que me empapó el cuello y un penetrante dolor en la cabeza borró cualquier pensamiento alegre. así durante las siguientes veinticuatro horas. el intruso no dudó en rechazar en forma indiscriminada una galleta libanesa o una rodajita de queso blanco. cerró las compuertas de mi organismo y trabajo meticulosamente sin ser molestado. el sabor terrible de la boca terminó por vencerme y como un buen veneno, me dejó dormir. tuve sueños extraños y extranjeros. en ellos tomaba clases de pilates y hacía todo tipo de cosas absurdas con mi vida. al despertarme, sus pantalones verdes habían desaparecido.