lunes, septiembre 12, 2005

zanahorias y tocadiscos

la mañana del domingo esta fresca y los feriantes aprontan sus mercaderías para pasar varias horas ahí, agazapados, esperando a los clientes. atravieso la calle atestada de camioncitos viejos, carros de mano y bultos envueltos en nylon con mi pollera larga de seda y el maquillaje de los ojos algo corrido. soy solo la sombra del espíritu de la fiesta. lo que queda cuando se apaga la orquesta. el recorte de una página brillante que flota en el viento. me siento liviana y rara mezclada con ese catálogo de objetos y gente. como una lechuga flotando en un plato de sopa. diferente y al mismo tiempo del mismo palo. el sol me rebota en la espalda mientras bajo por la zona de los repuestos de bicicletas, pisando leve, como una princesa en una alfombra del palacio. veo el humo de las primeras tortas fritas y escucho un fragmento de una canción de creedence sonando desde un equipo destartalado. paso por la zona de las pantallas, donde esta antonio con sus pergaminos torneados y el buen mozo que vende diseños raros con colores pastel. siento el tintineo de mis caravanas largas mezcladas con el pelo, como si fuera una lámpara con caireles durante un tornado. me acuerdo de judy garland en las primeras escenas del mago de oz. me dan ganas de canturrear algo. no será un fragmento de la traviata, tal vez una canción de nino bravo.