viernes, abril 15, 2005

crisálida

se habían ido trenzando como el árbol de la vida y la víbora que tentó a eva. de a poco, por carta. ella había le alegrado un invierno demasiado largo y demasiado solitario contándole sus andanzas en un paraíso soleado. había leído cada una de sus historias, desde las más conocidas hasta las confesiones más dolorosas. habían aprendido a reírse y a intercambiar pantagruélicas cartas donde solamente describían grandes comilonas o desenfrenadas fantasías cumplidas o por cumplir. muchas veces, él le había escrito entre lágrimas. porque siempre tenía bastantes motivos para llorar. era lo que ella había visto en su rostro cuando lo detectó entre una multitud de amigos y desconocidos. lo había descubierto en su dolor y por primera vez le había llamado la atención. con la habilidad de una araña que teje una delicada tela, se había acercado de a poco hasta convertirse en su corresponsal de cabecera desde el mundo libre. él estaba embebido de una sociedad fría, dura y violenta donde una ex amante no es capaz de sonreírte, ni siquiera cuando tienes necesidad de una taza de café caliente. todo parecía siempre a punto de estrellarse en un gigantesco crash . la vida de ella era otra cosa, nunca había tenido esos dolores, esas penas, ese frío. sufrir estaba reservado a los hombres, al menos en su planeta. pasado un tiempo, casi un año de escribirse y también encontrarse, él tuvo otro golpe de esos que estaba acostumbrado a recibir. una suerte de knock out emocional justo cuando estaba levantándote de la lona. entonces desapareció en su abismo de dolor. las cosas no fueron las mismas para ella. suavemente empezó a experimentar cambios. cada uno era mejor que el anterior. empezó a hacer cosas que hacía mucho tiempo no hacía y que la hicieron muy feliz. se empezó a sentir más bella. más abierta al mundo. más feliz. ningún enamoramiento había tenido en ella los efectos de este frustrado amor.