domingo, mayo 31, 2009

totalmente salvaje

al fin y al cabo, tenía claro que era un vándalo. a veces no parecía, pero no había que engañarse. podrían pasar los años, las circunstancias podrían cambiar e incluso el pelo podría llenársele de canas. ni el tiempo, ni el espacio, ni olvidarlo, ni recordarlo iban a cambiar su esencia. su discurso sonaba encantador y era muy pocas veces cruel, como pasa casi siempre con los hombres tiernos. si hacía daño era sin intención. tenía todas sus energías destructoras puestas muy lejos de su cuerpo. más allá de los extraños encuentros que manteníamos en los restos de aquella ciudad incendiada por la desidia. la violencia quedaba muy lejos de su discurso, sus anécdotas y sus razonamientos creativos. a veces resultaba sorprendentemente civilizado. pero al distraerse, daba algunas pistas de su verdadera personalidad. era un poco retraído, mínimamente tímido y con una predisposición a seducir a pesar de la resistencia de la otra parte. una se imaginaba que era un hermano menor en una familia de gente más bien líder, dominantes entre los que él había encontrado su espacio moviéndose en el territorio de la dulzura y la suavidad. en el fondo, era peor que todos esos cabecillas juntos y acumulaba más energía que cualquiera de los que circulaban por la vida con las mejillas y los ojos inyectados en sangre cerrando las puertas a golpes y amenazando a los demás con suculentos ataques de ira. era una sombra aquel jueves de mayo, en una esquina un poco oscura. era una silueta recortada que pude reconocer al instante. quizás estaba un poco más gordo, con la cara un poco más de adulto, con ropajes más gruesos por el frio de mayo. no pude distinguir el gesto del rostro pero me alcanzó ver muy poco para imaginar el resto. era un demonio recién salido de la jaula, sediento de sangre, enredado entre la multitud. abandonado en el medio de la maraña se distendía tras la batalla perdida en la tribuna y en la cancha.