viernes, junio 17, 2005

la lección

mi padre tuvo una extraña política de educación para sus vástagos. parte de su tiempo, lo dedicó a educarnos en actividades de trasgresión. un ejemplo fue el día que nos llevó al supermercado y nos enseñó a robar. todo fue muy simple, estábamos ahí, el saludo al detective del super y nos metimos en el fondo. después agarró un chocolate y se lo comió en nuestras narices. tomó un producto importado, una exquisitez y se la metió en la ropa. nos animó a comer de los chocolates y sonrió con carita cómplice. agarró una bolsita de sal, pagamos y salimos con el botín. en la calle sentimos un gran alivio, podríamos haber llenado dos piscinas olímpicas con la adrenalina que nos generó aquella situación. él estaba sonriente, tranquilo y como buen maestro satisfecho por lo bien que le había salido la lección. nunca me animé a preguntarle, en la vida adulta, en que se basaba su práctica educativa. sospecho que era algo simplemente intuitivo, experimental. lo único que puedo decirles es que, después de aquella tarde, nunca volví a robar.