sábado, agosto 26, 2006

fóbica

no entiendo porque los hombres mayorcitos y a veces también los de veinte años, cuando quieren decirte que se curten alguna mujer usan el eufemismo una amiga. no tenia una cita romántica pero el tipo estaba dando algunos pasos ciertos para ligarme. se lo veía nervioso, un poco demasiado (creo que yo estaba demasiado peinada y eso lo dejaba un poco en desventaja) pero manejaba bastante bien su pequeño scania hacia mi estacionamiento. después de ejecutar una breve investigación sobre mi estado afectivo, decidió que estaba en condiciones de competir con la cadena larga de hombres averiados que llenan mi agenda. pero yo tenía ganas de irme caminando y el simple hecho de no subir a su auto, lo desconcertó. mis manías aeróbicas no estaban en sus planes. no di con el perfil tan rápido como creía. entonces pensó que el movimiento podía ser un buen territorio y me pregunto si bailaba, si, claro, me encanta bailar. no agregué que los bajos son mejores bailarines para mí, porque era el argumento que necesitaba para tirarse en mis brazos como una mini walkiria. enseguida empezó a ofrecerse como compañero de baile, tango, milonga, cha cha cha, disco…todo le servía. bien, ya veremos dije y empecé a alejarme con los pasos mas largos y rápidos que pude dar. no era un mal plan pero no tengo ganas de ser una amiga de ningún tipo. me da como un asquito. mejor regaré mi cementerio de ex por si alguna flor de vinilo corre peligro de secarse.

sábado, agosto 19, 2006

ataque de cursi

empujó la puerta de la habitación y respiró hondo. el ambiente estaba cargado de patchouli o un veneno similar. él estaba recostado, apenas cubierto por una bata de búlgaros en tonos de mostaza y café. en la mano, sostenía una exagerada copa de cata llena hasta la mitad de un malbec de la patagonia. desde un equipo empotrado en la pared tapizada sonaba un disco de clásicos del jazz de todos los tiempos. charlie parker, arturo sandoval, miles davis se turnaban de a ratos para encantar. resbaló el pie descalzo sobre la mullida alfombra de símil cebra y bailó desnuda, a contraluz junto a la ventana que daba a la bahía. bajo la peluca rubia tenía, disimulado, un mínimo reproductor de mp3 y dos insignificantes auriculares desde los que escuchaba la versión original de wish you were here del interminable pink floyd. sobre una butaca tapizada en cuero verde inglés, descansaba un saxofón lustrado con esmero por la criada negra que tenía el dueño de casa. este, tenía los ojos apenas entreabiertos, como un gato que esta a punto de dormirse una siesta. ella pensó que su boca entreabierta, expresaba una suerte de nirvana erótico. no era así. tras media hora de baile sin recibir ni un gesto de su único espectador, empezó a buscar su ropa primero lentamente, después con rapidez sin que su anfitrión cambiara, por un instante, su expresión facial, reflejo inequívoco de un síncope.