jueves, diciembre 30, 2010

ante todo, los modales

con el mayor respeto señora, váyase a la mierda. esa había sido la manera de despedirse de su empleadora luego de tres años de sutiles pero pertinaces actos de maltrato. solo le quedó manotear el casco y subirse a la moto. el verano aún no había comenzado y las hordas de turistas estaban llegando. en algún sitio, tendría trabajo. en épocas de abundancia, se podía resguardar algún espacio para la dignidad. la patrona se quedó con las monedas que le había retaceado en el cambio entre dólares y pesos, clavadas en la mano. se quedó con las cortinas que sospechaba no habían sido lavadas. con el baño que no había sido repasado suficientemente. con la casa que no había sido fregada con el esmero que ansiaba cuando estaba a 2000 kmts. del lugar. la montaña de ropa planchada de una forma que no la convencía totalmente aguardaba en una silla en un rincón de la cocina. los plantines del patio seguirían ahí, tirando tierra que no tendría rápido barrido. el reguero de arena que siempre pendía desde la puerta del auto hasta las habitaciones había quedado, momentáneamente huérfano, como los calzones del marido que estarían unos días más ardiendo en la canasta de la ropa sucia. nadie se haría cargo de limpiar las sobras de la pantagruélica comida navideña ni la caca de los tres perros enormes que circulaban por la casa. prendió el señalero y se mandó por san remo hasta roosvelt. desde ahí hasta el barrio del hipódromo sería solo un rato. con el viento en la cara.