domingo, enero 06, 2008

previo al banquete

traer gorriones a montevideo para que se pareciera, en algo, a parís siempre me pareció un poco loco pero al final, no ha resultado mal. cuando uno tiene cierto gusto por los pájaros y llega a una ciudad donde los ve retozando, por ahí, con libertad y gracia tiene la sensación de estar en un buen lugar para vivir. es una sensación breve de bienestar y convivencia que la transmiten las aves mejor que nadie. aquí no hay gorriones pero hay otros pajaritos pequeños, a veces con la panza de colores, digamos que no llevan ese tapizado barcino de los pajaritos del sur, esa mezcla de colores canela y marroncito sino que usan trajes en tonos mas contrastados, algunos lucen unos imponentes lomos negros azulados otros traen panza blanca con ribete amarillo y lomo gris perla. si bien observar pájaros mientras uno espera el plato del almuerzo es un deporte laxo y encantador, mucho mas excitante se vuelve todo cuando aparece en la escena un redondo gato blanco espuma con una cola negra, con intenciones de caza de lo que se le ponga adelante. ahí los pájaros se retiran, el felino avanza y requiebra y se oculta, con poco éxito, del servicio. dejo pasar el tiempo colgada en el jardín sin excusa con tal de observar el universo y el ajetreo de esa cocina donde están preparando un banquete para la noche. soy una clienta de almuerzo tardío, un punto en el jardín que no molesta porque ya fue despachada. logro descubrir a mi personaje. durante el día es un recepcionista con mp3 que denota un cierto aire de personaje de tim burton. en la noche, cuando me conduce a un salón deco donde las puertas tienen espejos inmensos en vez de vidrio, es un emulo joven del monstruo del dr. frankenstein con un peinado levemente punk. para mi alivio, el resto de los mozos resulta risueño y relajado. pero cada vez que se abre la puerta que conduce al lobby veo la inquietante silueta del émulo del moderno prometeo arrastrando los pies por el corredor de los candelabros con ansiedad .