lunes, marzo 28, 2005

lucas en el santo sepulcro

el viernes me fui a la ciudad vieja de jerusalém, al vía crucis. aluciné con los detalles claro, como la tiendita que queda atrás del santo sepulcro y atienden los coptos. no entran ni los muertos y toda la parafernalia religiosa, aparte de ser made in china, es horrible, cachafaz. lucecitas de colores alrededor de la imagen de jesús. los etíopes, que ocupan el techo del santo sepulcro desde el siglo VI - no los dejaron entrar por negros - tienen mejor gusto, una onda rasta, con vírgenes colorinches pero graciosas. me crucé con el corresponsal de tve, al que me trago todo los días en el noticiero. entrevistaba a los cristianos que llegaron de la india, todos con sari, tercer ojo rojo y rezando a la virgen. en la procesión, me puse atrás del cardenal , siempre pegado, tenía a su guardaespaldas que no me quitaba los ojos de encima, me recordó los tiempos de megalomanía, como cuando me metí junto al rey y yo ahí como “ donde esta willy “.

picnic sangriento

allí flotaban en un bote, la viuda del gran escritor borracho, su hermana la pianista y la estudiante descompuesta. las viejas comían con entusiasmo de la canasta que la nauseabunda joven había cargado hasta el embarcadero. como dos ratas comen alguna delicia que les costó mucho obtener. todo sea en honor al gran escritor de los anteojos gruesos que terminó sus días en madrid echado en una cama tirándose pedos. todo en honor de su arte misógino. todo sea por la cultura de la admiración sin límites. la estudiante estaba exhausta por culpa de los remos y el sol que se le clavaba en el pelo como el aguijón de una abeja reina. quizás ahí estuviera al fin, la resolución tan esperada, la aceptación tan pedida. entre ese par de viejas alcoholizadas con olor a pichí de gato. apenas podía recordar la emoción que tuvo dos días antes cuando recibió la llamada. no iba a rememorar los vericuetos que tuvo que hacer para conseguir el dinero del pasaje y el permiso para faltar a su trabajo en la fábrica. como todas sus cosas, nada le seria fácil. mejor ni pensar, en los prolegómenos del viaje en lancha desde uruguay, ahora que estaba vomitándose en un bote en pleno delta del tigre. atravesaba el maléfico primer día de la menstruación y al dolor de cabeza se sumaba el de ovarios, el de estómago, las piernas hinchadas y las ganas de lanzarlo todo. pero aun soportaba como para volver a la orilla con las viejas brujas sanas y salvas. ellas seguían tratándola como a una esclava. mientras la ilusa estudiante seguía sin darse cuenta que nunca le darían la famosa cesión de derechos del escritor que venía rogando desde hacía cuatro años.