jueves, junio 02, 2005

en el país de los ronaldos

aquí estoy, instalada en mi pequeño paraíso. el aeropuerto de porto alegre, único sitio del mundo donde puedo esperar una conexión sin sufrir. aquí nadie me obliga a alcoholizarme mientras quedo encerrada entre paredes de compensado color naranja, como en sao paulo.en poa me tomo un rico cafezinho da manha con aroma fuerte y gusto suave. pago mas de un dólar por un yogur, con pedazos de frutilla, que viene en un frasquito mínimo y que sabe exquisito. es el único aeropuerto con cine que conozco en américa. habrá tres funciones esta tarde y la cafetería del cine tiene un ambiente de madera y bronce absolutamente cómodo y cálido. yo no tengo una espera tan larga, tan solo un rato y me iré de aquí. mientras tanto, compraré chocolate para la familia, estudiaré vitaminas en la farmacia y tangas en el negocio de lengerie. hay un negocio de zapatos muy sofisticado pero sospecho que es de un argentino. no tengo billete. en esta era del boleto electrónico soy hhlz3, ese es mi derecho a volar. ya me acostumbré a llegar a cualquier parte solo con un número y confiar en que alguien me subirá al avión correspondiente. ya saben, no me gustan los aviones, pero en este día soleado y cálido mi humor está en alza. hoy puedo volar, transbordar y hacer chistes a la tripulación. tengo una paciencia infinita, producto de sentirme libre de compromisos al menos, por un tiempo. estudio a una fashion victim local que se mueve sin gracia sobre un par de zapatos absurdos. como una muñeca mal habida. no le da el cerebro para resolver a que piso subir, se le gastó la última neurona cuando combinó en rosa el saquito, el bolso y los zapatos. mientras tanto, pasa una matrona de carácter, una de esas a las que no se les escapa nada y anula la puesta en escena en rosa de la pobrecita. dejo de mirarla, ni siquiera me divierte su patetismo. tengo de vecinos a un grupo de rockeros que desayunan y conversan entre sus respectivas matas de pelo largo, con lentes cuadraditos de marco negro. usan camisetas de segunda mano, de esas que compras en california por dos dólares y se ven espléndidas. pasa una mujer atada a su cartera louis vuitton, le incomoda al andar, pero ella insiste. también atraviesa el lobby uno que parece escindido de café tacuba. todo es como un inmenso flash back. y yo feliz, adormecida en mi silloncito, bajo el efecto de la leche tibia de mi segundo cortado de la mañana. los brasileños de hoy me hacen pensar en los normandos del siglo x. viven su propia modernidad. con la misma originalidad de los chinos o los hindúes, como solo pueden hacerlo los grandes.