miércoles, abril 26, 2006

costura en famila

la arrastró hasta el living y ahí, encima de la mesa descubrió los moldes, cuidadosamente cortados sobre un papel fino y marrón. la hija entendió que no habría escapatoria. la madre se había propuesto coser y no pararía hasta verla con alguno de sus modelitos puestos. esto sería mucho más difícil que comerse el budín experimental de jengibre de la abuela, otra creativa adepta a usarla como conejillo de indias. la hija siempre debía prestar su paladar, su pelo o su propio cuerpo al servicio del hobby que estuviera de turno. tampoco era cuestión de despreciar la oferta, eso había aprendido de el padre, que hacia años deambulaba en los inviernos con aire de resignación luciendo un buzo rojo de lana, tejido por la abuela, que tenía una manga notoriamente más larga que otra y dos tonos de rojo sospechosamente similares pero diferentes mezclados. entre las virtudes de la costura de la madre, podía reconocer una tendencia al minimalismo, provocada quizás por cierta necesidad de verse libre de cosas esclavizantes como los ojales o los bolsillos con tapita. lo de ella era cortar líneas simples, amplias a veces, como carpas y en lo posible coser lo más derecho que se pudiera hasta finalizar el género. la madre no aspiraba a realizar almohadones, sino a realizar pantalones, chalecos, piezas complejas que a veces resultaban imponibles. le gustaba consultar sobre estampados a sus futuros modelos de manera que estos, al optar o sugerir un determinado estilo de tela se vieran obligados a lucir la prenda sin más. se preocupaba por coser todo forrado lo que a veces creaba esa falsa sensación de algo trabajoso. amaba los pespuntes, las rayas, los escoceses pequeños y detestaba las telas oscuras porque no veía nada mientras cosía. en general reprobaba todo el contenido del ropero de la hija , estos intentos de fabricación casera apuntaban a nutrirlo con mejores opciones que las de su gusto tergiversado y vulgar. esta vez las cosas no le saldrían tan bien. a la hija le entusiasmó al extremo la propuesta, seleccionó los tres moldes de chaleco y emprendió a la calle a buscar las telas para fabricarlos. no tuvo pudor a la hora de seleccionar telas caras o de tonos imposibles de combinar y agregó cortes de forro de tonos insultantes como para finalizar la cruzada. la madre apenas podía seguirla, superada por tantas opciones, colores y accesorios. la tarea sería extenuante, los materiales se veían difíciles, resbaladizos y de notorio mal gusto. la hija no dejaba de sonreír blandiendo, con aire inocente, la tarjeta de crédito.