miércoles, marzo 01, 2006

guzman, un americano en parís

había pasado los últimos tiempos alternando entre su falsa identidad mapuche y su falsa identidad guarani. en aquellos días, ser exótico, oscuro y con un pasado indígena podía darle algunos dividendos. se dedicaba a contar largas e increíbles aventuras a una audiencia pasiva, ingenua, parisina e impoluta. mientras pasaba las horas tomando el té en casas de viudas, en las que devenía de empleado doméstico por hora a indígena con un pasado alucinante, había aprendido algunas cosas sobre su verdadero origen y vocación. para no aburrirse, alternaba la historia del rapto en plenas cataratas del iguazú, perpetrado por un dúo de franceses desesperados por un hijo con aquel del niño mapuche perdido luego que su familia fuera desalojada a punta de rifle de sus tierras. américa se veía lejana y vegetal. américa se veía como una virgen de enormes senos, una y otra vez vejada por el conquistador europeo. su público se iba incrementando en la medida que su fama crecía y aparecían nuevos clientes para hacer limpiezas. le pagaban por pena, por vergüenza o solo porque les gustaba tener una ficción en casa dos veces por semana. el se iba sin prender ni siquiera la aspiradora, rumbo a otra casa donde otra dueña estaría esperando su versión de la historia, aquella historia que hasta el propio salgari podría envidiar. en algunos momentos, para impresionar, reconocía una lámina de van gogh y su platea quedaba impactada ante esta suerte de kaspar hauser capaz de aprender las reglas del mundo civilizado despues de salir de la barbarie. todos los años que habia pasado en la escuela sanguinetti de la avenida ocho de octubre y los preparatorios cursados en el iava alcanzaban para mostrar esa patina de uruguayo instruido, blanco y de clase media. al caer la tarde, con los bolsillos llenos y la espalda en perfecto estado, volvía a su pieza en el cartier latin, a tomarse unas copas y esperar la llegada de otro día.