domingo, marzo 05, 2006

acné

habían resultado las peores de la clase. de ninguna forma sus padres podrían premiarlas con el consabido viaje de un año a conocer los kibutz en israel, un paso que resultaba obvio incentivo para cualquier adolescente. sus progenitores habían sido vencidos ante la evidencia y ni siquiera hablaban entre ellos del fracaso de sus hijas. tampoco trataban de alejarlas entre si. la suerte estaba echada. quizás, con el tiempo y tras el empuje de los primeros granos, franciose se convertiría en una belleza. quien sabe si no será una chica de esas por las que todos suspiran. debbie no tenía una perspectiva brillante en ese aspecto pero tal vez, una cirugía temprana podría ponerla en carrera también. no había una estrategia diseñada para sacar a esas dos brujas malintencionadas que les habían tocado como hijas y ponerlas en el camino correcto. ni sus abuelas lograban enderezarlas, ya se habían entregado. en el colegio lideraban una barrita de chicas desalineadas, cuyo máximo galardón consistía en sacar el mínimo puntaje en las pruebas mensuales. dos médicos y dos ingenieros que se habían recibido con honores y eran los más destacados profesionales de su generación habían alumbrado a un par de hijas capaces de estropear las vacaciones, el bar mitzva y el rosh hashanah a toda la familia. una tarde, chateando en el sitio de floricienta encontraron a un ser tan marginal como ellas dos. un fanático de la diva de la pantalla de veintitrés años, proveniente del norte del país y de profesión bombero. ellas no eran admiradoras del personaje, les gustaba entrar al chat solo para usar una falsa identidad y extraer datos de algún ingenuo para molestarlo más adelante con envios inesperados, como un camión de leña o seis cajas de ravioles pedidos por teléfono. ruben las fue conmoviendo de a poco, sus ideas eran simples y estaba abierto como la puerta de un casino. ellas sintieron que para sus padres, no habría nada peor que enterarse que sus hijas se conectaban secretamente con un goy que encima de pobre, era mayor de edad. entonces armaron una cita. a las siete de la tarde, se encontraron con el pobre de ruben, en la esquina del cuartel donde hacia la guardia, vestido con su uniforme azul de brin y el chaleco fluorescente que usaba para las salidas de emergencia. ellas tenían pensamientos confusos, se imaginaban que él podría proponerles un encuentro sexual o tal vez se enamoraría perdidamente de una y eso crearía el esperado escándalo familiar. cruzaron a la plaza cercana y él les mostró el tesoro que traía envuelto en una ajada bolsa de plástico marrón. allí desfilaron, una a una, las figuritas que había logrado pegar en el álbum de floricienta . luego las inquirió sobre las que le faltaban, tal vez ellas podrían tenerlas. “seria lindo completarlo comentó. no tuvieron el coraje de reírsele en la cara. volvieron a sus departamentos de seiscientos metros cuadrados con vista al mar más calladas que nunca.