sábado, febrero 19, 2005

garganta profunda

la ultima vez que vi a linda lovelace ella entraba en el bungalow de un anciano enfundada en un traje de enfermera con minifalda. a esa altura ya se había convertido en un símbolo de la fellatio profesional en el mundo. el nombre de su película insignia tenía, además de las connotaciones explícitas del sexo oral, las de la política, la corrupción y los medios masivos. todo por una buena mamada. al pueblo llegó con diez años de atraso, más o menos. la censura y el aislamiento propio del interior del país presentaban como estrenos escandalosos materiales que en el resto del mundo formaban parte del museo del cine. y no siempre por su calidad. lo mismo pasó con el último tango en parís, solo que esta tenía un buen actor y un poco más de argumento. de todos modos, mis amigas y yo nos sentíamos listas para ver, con la mayoría de edad, nuestra primer película porno. saludamos al gerente, el mismo que nos había vendido el pop cuando éramos niñitas y veníamos a ver las películas de disney, también le cabeceamos a la boletera, al acomodador y nos metimos en la sala, seguras de estar suscribiendo un especie de tratado de liberación de la mujer, una consigna contra la censura o vaya a saber que cosa. ver garganta profunda en aquellos tiempos y circunstancias era más que nada, una obligación para las mentes abiertas que consumíamos los mitos sin cuestionarlos demasiado. la copia estaba bastante maltratada, quizás la habían estrenado el año anterior en la capital y ya formaba parte de esas tiras de celuloide que superaron la barrera de las trescientas pasadas. de todos modos la fotografía era luminosa, lo raro fue saber que el mismo que se hizo cargo de las luces fue el doctor que co protagonizaba e intentaba curar el mal de la estrella. la película tenía una narración trepidante y la banda sonora, combinada con la actuación naive de linda daban un resultado absolutamente descacharrante que generó en mí no solo risas sino risotadas fuertes que no pude contener. a los quince minutos fuimos expulsadas de la sala por hacer ruidos molestos. nunca más entré a ese cine, ahora es el gimnasio de un colegio de monjas y también fue iglesia pentecostal. el gerente se jubiló hace años, a veces se cruza con mi padre en la feria y le pregunta por mi.