domingo, octubre 23, 2005

no estoy desesperado

bastante ajeno a la invasión de un nuevo territorio en conflicto, se puso una corbata gris para asistir a la cita. esa tarde, había visitado al dentista quizás con el extraño deseo de tener, por ese simple hecho, una sonrisa sana y cautivante. el galeno, había aprovechado la ocasión para generarle un cráter de importancia, a la altura del 32. después, lo lleno con pasta mientras canturreaba algo de la radio y le dio la orden : escupa. nada parecía riesgoso a esa altura de sus planes. había encontrado un sitio apropiado para la cita, un traje bastante discreto y encima, llevaría una boca en buen estado por si la chica merecía, en algún momento, un poco de proximidad. en el bolsillo del saco guardo un par de guantes blancos que consideraba útiles pero tampoco indispensables. pasó por las flores que había encargado y se dio cuenta que el ramo era un poco más efusivo que lo que el hubiera querido. mientras caminaba hacia el club con aquel estruendoso arreglo pensaba en cuan comprometido estaría al darle a una mujer, semejante grupo de flores caras. pensará que estoy desesperado. que soy rico. que soy un imbécil. se aprovechará de mi. se reirá por siglos de este esperpento. los socios y mozos del club lo recordarían por siempre, en una mesa, tapado con un ramo, esperando a una mujer. quizás, lo mejor era achicar el ramo, pero estaba tan bien armado que resultaba difícil desprenderse de una flor. además, se sentía imposibilitado para elegir. con esos pensamientos cruzó arlington, se detuvo por tabaco. aprovechando un descuido, dejó en el mostrador del anciano chino el ramo de su vergüenza y se volvió, liberado, a casa.