sábado, enero 01, 2011

milonga usted

junto a una columna, un pibe vomita con la asistencia de otro, un poco más grande y con pinta de plancha. el resto, es una enorme llamarada que sale de un medio-tanque, donde también se amontonan los panes y los chorizos para una noche agitada. sin lugar a dudas, llego a buen puerto. la milonga está en marcha desde hace un rato, con música que sale de una computadora. unas pocas parejas bien aceitadas de veteranos canosos y jovencitas, circulan sobre la madera. el resto, es ambiente familiar. en una mesa, un hombre insiste en leer la diaria, a pesar de la penumbra. unas muchachas se sacan las zapatillas y se calzan sandalias. en el pisotón no abunda el protocolo. los viejos de championes, las muchachas como fueran. el asunto, consiste en moverse por la pista y eso, está garantizado. en las pausas del bailongo, suenan acordes de los beatles o de charly garcía o los doors. los bailarines no se impacientan por esos cambios de estilo. por el contrario, usan el tiempo para organizarse. hay un patio de fumadores donde la gente se dedica a la conversación y las relaciones públicas. venden brownies. la cocina tiene un cartel que advierte que los niños tienen la entrada prohibida. hay tartas también. el público se sienta en el piso y rodea el escenario cuando tocan los músicos. hay un silencio respetuoso, un clima de ritual. un cariño también. los artistas lo saben, intuyen una devoción que no se encuentra en una tanguería o un boliche cualquiera, donde los mozos llevan la comida mientras ellos tocan o cantan. estos bailarines o tangueros o curiosos están como en misa. después pasaran la gorra y habrá un aplauso agradecido. todo es muy hippie pero hay una gran elegancia ante los artistas. la noche terminó. cuando estaba llegando a casa, me vino un hambre horrible. entré a un bar y lleve un brazo de gitano. cuando abrí el paquete y acerqué la boca al azúcar impalpable me invadió una extraña combinación de merluza y heladera, un híbrido inesperado que me indicó el camino del ayuno.