martes, julio 12, 2005

plan insecto

vengo caminando y cargando una gran tristeza. es como un dolorcito en el alma, medio inesperado, que me agarró ayer de noche y no ha querido soltarme. entonces me pongo los lentes de moscardón gigantes y negros y transito por el centro de la ciudad. el aire cálido, a pesar del invierno, me estimula y después de un rato de cruzarme con tanta gente empiezo a sentir un cierto alivio. si estuviera en la casa de mi niñez podría ir al recodo del jardín, donde estuve tantas veces en el mismo plan, para poder llorar despacito hasta que todo afloja y pasa. pero estoy aquí, parada en la vereda de la casa de mario benedetti, revisando un kiosquito de revistas, leyendo chismes sin comprarlos. mientras la luz del semáforo se demora pasa una conocida de mi infancia. hacia mucho que no la veía, era una belleza y aun conserva algo de aquel porte, pero parece que le pasó la lava de un volcán por la cara, esta como hinchada, marcada por la vida. se me ocurre que ha tomado un poco de alcohol de más o la picó una avispa o se fue un poco de control con los dulces. pero mi plan de esta tarde es otro, estoy tratando con mi propio estado de animo. veo salir un solcito tímido y eso me anima un poco. miro al resto de la personas y me siento como una hormiga mas de camino al hormiguero. solamente que soy una hormiga negra, de tapado de cuero negro, guantes negros, cartera negra, lentes negros. ensayo un sonido de hormiga, una suerte de soplido y empiezo a canturrear. el soplido me da una cierta impunidad, una suerte de frecuencia extraña que solo podrán percibir las hormigas obreras que están en la central. unnnnnnnzzzz, unnnnnnzzzzz, unnnnzzzzzz.