miércoles, abril 06, 2005

hoy te apuesto que te sigo

a las 12:04 empecé a seguirlo. salíamos del shopping. él con su bolsito, seguramente terminaba su horario de trabajo, algo de fácil deducción por su paso resignado. yo venía del cine, de ver una de alex de la iglesia. como esa mañana no había entrenado mis diez kilómetros, necesitaba estirar un poco las piernas. a veces me gusta elegir un hombre, al azar y ver a donde va. a veces son viajes cortos y previsibles, pero otras veces surgen datos insospechados que anoto en mi cuadernito de apuntes de tapas duras, que tiene un tigre dibujado y alguien me regaló después de ir a chile. es el mismo sitio donde garabateo los post que después publico aquí. a pesar de emprender este improvisado plan nocturno, pienso que este seguimiento ya estaba programado, al menos yo tenía puestos mis zapatos de correr. el buen hombre fue hasta la esquina de rivera y luis alberto de herrera y se paró a esperar un ómnibus. revisé un poco la fauna que habitaba aquella esquina por si aparecía un candidato más interesante para hacer la caminata. había un joven rubio, con aire de seminarista arrepentido y mochila anaranjada. una pareja de jóvenes, ella con todo lo que necesita una petiza para ser dominadora y él con aire de flaquito encantador entregado a su dueña. había un moreno alto y elegante con dos libros y también un grupito de chicos con guitarras colgadas de la espalda. decidí seguir detrás de carlos, bueno, me parece bueno bautizarlo para poder diferenciarlo de los demás. a pesar del otoño, el clima estaba bastante templado y el 468 con destino a la paz fue el vehículo elegido por nuestro héroe, el hombre temporalmente perseguido. como no viajan muchos pasajeros, pude elegir un punto estratégico desde donde controlar los movimientos de mi presa. después empecé a recordar fragmentos de la película que disfruté especialmente. el trayecto fue bastante corto hasta que carlos se paró, así que bajé tras él en la caja de jubilaciones. atravesamos la explanada apenas iluminada por un inmenso carro de chorizos y nos internamos en la calle colonia rumbo a la ciudad vieja. caminé despacio y le di una ventaja de más o menos ochenta metros. el buen carlos camina como un robot, con su bolsito a cuestas. una, dos, tres, diez cuadras. apenas se detiene en el semáforo de ejido. pensé que tal vez se desplazaba hasta una nueva parada de ómnibus, de las que van hacia el oeste de la ciudad. pero no. carlos no dejó de caminar. pasamos por un tramo céntrico bastante concurrido por pasajeros de hoteles y algunos turistas, pero a la altura de río branco el camino estaba oscuro y monótono. unas zancadas más allá y carlos se metió en el casino del radisson. entré detrás de él y demoré unos minutos en adaptarme a la oscuridad de la sala de los slots. di unas vueltas por la ruleta y ni rastros. cuando pensaba que había memorizado la cara de cada uno de los apostadores y que mi perseguido se había esfumado realmente decidí tomar un trago en el bar. habían pasado unos cuarenta minutos y ya tenía ganas de volver a casa cuando reconocí, en la mesa de punto y banca, enfundada en smoking negro, la espalda de carlos.