estoy en el corazón del negocio de rodríguez. en el escenario principal de su vida, rodeada de torsos desnudos que no transpiran. son de un polímero o fibra de vidrio. en un estante están las cabezas de yeso de elvis y marilyn, esta última pintada con un llamativo rojo en los labios. en este rincón, de la zona de estero bellaco y ocho de octubre, todo es armónico y aterradoramente silencioso. mi anfitrión prometió traerme unas piernas y desapareció en las profundidades del taller. me distraigo viendo, en la galería de cabezas, el devenir de la moda a lo largo del tiempo. ese larguísimo estante es una especie de museo de cabezas de uso comercial. me resulta difícil elegir entre tantas opciones y partes intercambiables. nunca jugué a las muñecas. esto es nuevo para mi. me impresionan un poco las representaciones humanas a escala. no es el caso de rodríguez, que trata a sus muñecos como personas. es más, como personas con sentimientos, con intenciones, con un gran poder de seducción. selecciona un busto y lo manosea con orgullo, como si fuera la ubre de una de sus hijas dilectas. después sugiere una cara – tiene la boquita abierta – y la coloca con un erótico gesto dentro del agujero con clavo del torso seleccionado. se da vuelta, manotea otra parte y dice – esta colita le irá bien – mientras arma el nuevo ser. hay algo que evita que le tenga lástima a este hombre, el nunca está solo. además, tiene las mejores minas.