viernes, abril 22, 2005

una tarde chez rodríguez

estoy en el corazón del negocio de rodríguez. en el escenario principal de su vida, rodeada de torsos desnudos que no transpiran. son de un polímero o fibra de vidrio. en un estante están las cabezas de yeso de elvis y marilyn, esta última pintada con un llamativo rojo en los labios. en este rincón, de la zona de estero bellaco y ocho de octubre, todo es armónico y aterradoramente silencioso. mi anfitrión prometió traerme unas piernas y desapareció en las profundidades del taller. me distraigo viendo, en la galería de cabezas, el devenir de la moda a lo largo del tiempo. ese larguísimo estante es una especie de museo de cabezas de uso comercial. me resulta difícil elegir entre tantas opciones y partes intercambiables. nunca jugué a las muñecas. esto es nuevo para mi. me impresionan un poco las representaciones humanas a escala. no es el caso de rodríguez, que trata a sus muñecos como personas. es más, como personas con sentimientos, con intenciones, con un gran poder de seducción. selecciona un busto y lo manosea con orgullo, como si fuera la ubre de una de sus hijas dilectas. después sugiere una cara – tiene la boquita abierta – y la coloca con un erótico gesto dentro del agujero con clavo del torso seleccionado. se da vuelta, manotea otra parte y dice – esta colita le irá bien – mientras arma el nuevo ser. hay algo que evita que le tenga lástima a este hombre, el nunca está solo. además, tiene las mejores minas.