sábado, octubre 06, 2007

coco taxi

subidas en la esfera amarilla y veloz, a toda maquina y con el viento en la cara nos sentimos como en el auto de adelante de cualquier persecución hollywoodense. el taxista nos intenta dar un mini tour que no pedimos, describiendo la historia del barrio chino, que se parece a las historias de todos los demás barrios chinos que conocemos. tiene el casco puesto no para prevenirse de accidentes sino para evitar el ruido estruendoso de su maquina de tres ruedas. rodamos primero hacia el mar que se ve especialmente brillante en esta tarde tropical, desembocamos en una columna griega o corintia o algo parecido. Debe ser una replica que algún gobierno europeo regalo en un momento de bonanza o que algún rico dueño de casino atesoro alguna vez para pavonearse frente a sus amigos. para nosotras solo vale la sensación del motor vibrándonos el cuerpo y la aventura de atravesar una ciudad en esa suerte de aparato mágico y precario. tomaremos un refresco en el hotel inglaterra, no en la terraza calurosa, sino en un digno salón donde ven béisbol en la tele, hay aire fresco y un mozo lleno de ceremonia. ahí vamos a hablar de chicos, de oscar wilde, de johnny deep y de toda una galería de lindos por siempre. después caminaremos un tramo mínimo por la calle, solo lo necesario para comprar unos libros, ponernos en la agenda de una peluquería y revisar algún que otro negocio de la glamorosa calle obispo. perdemos el tiempo para encontrarlo, nuevamente en el camino de regreso al centro, otra vez en coco taxi, calladas y oyendo el ruido del mar, la charla del taxista y el zumbido interminable del motorcito forzado hasta el extremo por darnos ese último viaje de rock and roll.