jueves, abril 13, 2006

temporada de patos II

lo conozco hace años. es un tipo alto, feo, de lentes, con el pelo achatado, entre treinta y cincuenta años, cara de nerd, boca grande y paso ligero. se dedica a cazar minas por dieciocho de julio, la calle principal de la capital. de día y de noche esta al acecho, buscando presa. he sido su potencial víctima por mucho tiempo, hasta que una vez directamente lo increpé y me lo saqué de encima violentamente. ahora lo miro mal y no se mete. casi todos las noches me lo cruzo en algún bar, con alguna de sus piezas de caza. cuando me vine a vivir a montevideo y me encaró por primera vez pensé que se confundía o yo lo hacía y que en realidad nos habíamos conocido y yo era una desatenta al no recordarlo. años después mi cuñado me contó que un compañero suyo usaba la hora del almuerzo en su trabajo para parase en la esquina de la calle paraguay y a las mujeres solas que pasaban las invitaba a acostarse con él. siempre encontraba una candidata y volvía al trabajo con la misión cumplida. épocas del sexo seguro. entonces se me ocurrió que este ser era un sub producto de aquel, una variante, una cepa un poco diferente, más dispuesta a la charla, al preámbulo, a la invitación al café. un día hasta abrió la puerta de una parrillada y me invitó a almorzar. nunca llegué a aceptar nada de su parte. ahora camino por la ciudad desierta y lo reconozco, agazapado en la puerta del festival de cine, a la hora en que sale la gente de la función, con el programa de cinemateca arrollado en la mano. vestido con un chaleco a rombos celestes y amarillo patito. ahí está, dejando pasar a una serie de personas y fijando su objetivo. lo espío desde la vereda de enfrente. en la esquina, una de las mujeres solas de la manada dobla por la perpendicular, la sigue desolado con la mirada pero opta por la calle principal. era joven y bastante rica. cruza en el semáforo y sigue al pequeño malón que empieza a descomponerse, entonces aborda a la mujer de trajecito negro y falda. tiene pelo corto, desde aquí se ve como de cuarenta o cincuenta años. camina un poco alejado, como tambaleando, a su costado. insiste y sigue una conversación inverosímil plena de genéricos que ya conozco ¿ pero... como andas ? tanto tiempo ... ¿ como que no te acordas de mi, como andan tus cosas....bien ? ¿ tomamos un cafecito ? lo veo perderse y llegar a la esquina. cruzo porque quiero ver el fin de la historia. hay mucha gente en la parada del ómnibus, entre ellos, vuelve el cazador sin presa, raudo a tratar de pescar alguna que salga del cine rezagada porque es renga o se estropeó la cadera limpiando pisos.