domingo, enero 30, 2005

una luna de plata

tal vez me gustaría recordarlo así, como una versión del cuento de o’ henry “the gift of the magi “ en el que una pareja de jóvenes pobres se dan una prueba máxima de amor en la noche de reyes. son las ventajas de tener mala memoria. era diciembre y estábamos ahí, sentados en la casa de subastas, mi novio el falsificador, el venerable anciano y yo. por el estrado desfilaban algunos cuadros de pintura europea de poco interés y algunas pinturas y dibujos de artistas locales devaluados. el rematador revoleaba el martillo, ganaba tiempo, simulaba la llegada de un importante comprador que se sentaba en el fondo y estiraba lo más posible el momento de ejecutar el golpe. nosotros estábamos ahí porque, a mi nombre, se habían recibido tres cuadros de tres autores nacionales que en cualquier momento serían subastados. tres cuadros falsificados en el balcón de mi casa con materiales innobles gracias a la pericia de mi novio, el falsificador. no teníamos previsto encontrarnos en el remate con el venerable, un amigo de toda la vida, una persona maravillosa que se dedicaba a la venta de obras de arte. tampoco teníamos previsto que el venerable estuviera interesado por el cuadro falsificado en tonos plata y que la única razón que tenía para estar en aquel sitio, con el calor de diciembre era comprar dicho cuadro. entre las cosas que no habíamos imaginado nunca estaba el hecho que, en el transcurso de la subasta, el buen hombre descubriera también dos dibujos ejecutados por el maestro de mi novio el falsificador que en realidad habían sido hecho por el alumno “ a la maniera “ del auténtico artista. grande fue la sorpresa cuando el venerable compró con algarabía ambos dibujos y pidió que se los acercaran para mostrárselos a mi novio, el falsificador, con todo orgullo. sentada en el extremo de la fila, veía el transcurrir de este enredo digno de una opereta cuando efectivamente se armó una fuerte puja entre el venerable y una señora con perrito que también quería llevarse el cuadro en tonos plata falso. para nuestro alivio, el venerable logró comprarlo cuando sobrepasó en trescientos dólares la última oferta de su adversaria. de regreso a casa, con la conciencia sucia como pocas veces discutimos sobre el posible destino del dinero que íbamos a cobrar al lunes siguiente . yo era partidaria de devolverle el dinero al anciano pero había que contabilizar la comisión de la casa de remates y ese dinero no estaba sobrando en ninguna parte. entonces mi novio, el falsificador, me dijo que en realidad los cuadros se veían muy bien, tenían un valor de mercado gracias a la cotización alcanzada en el remate, nunca íbamos a poder recuperar la inocencia del amigo venerable y tampoco el dinero, los cuadros ya no eran los mismos. así que preparamos un gran banquete de navidad y ahí entendí que algo finito, se había roto entre nosotros.