lunes, abril 17, 2006

si querido

todos hablan de la depresión post parto pero pocos hablan de la depresión de la novia. si, las recién casadas también se deprimen. fue el caso de irina, que apenas regresó de la luna de miel hizo toda clase de intentos con láudano para pasar a la otra vida. su esposo, que había sido advertido por un tío griego de mejillas rosadas, hombre de múltiples experiencias en la vida, había mezclado vinagre con un poco de tinto ardido para engañarla. irina no estaba muy informada sobre los efectos del láudano y sentía mareos fuertes cada vez que se mandaba un vaso con el supuesto veneno. pero la muerte no llegaba y el marido seguía engañándola con una mezcla inocente de cocina. irina sentía culpa y al mismo tiempo ganas de huir de esta vida cruel lo antes posible. apenas podía ver el rostro sonriente de su marido cuando acababa la faena matrimonial de cada noche, algo que él consideraba un honor y ella, un castigo. no soportaba el aliento de su marido. era algo imprevisto en un casamiento arreglado. no había manera de protestar. ningún futuro suegro se ocupaba en averiguar si su futuro yerno tenia en la boca un olor que podría hacer el trabajo de un soplete en la mesa de un hojalatero o el accionar de una langosta en un campo recién florecido de sorgo. ninguno se interesaba en conocer el estado de los calzones del futuro marido, si tenía hemorroides o no, si portaba granos en el culo o sífilis. ninguno le revisaba la dentadura, como si lo hacían con la novia. esa misma novia que en las tardes, cuando venían los parientes para comerse las sobras del banquete de bodas y especulaban sobre el posible e inmediato embarazo de la recién casada y el posible nombre del primogénito, empezaba a sospechar que había tomado el camino equivocado. una tarde fue a un pueblo cercano por veneno de ratas. eso no podría fallar entre los restos del strogonoff.