viernes, octubre 16, 2009

dejame morirme de lo que me gusta

flotamos en el aburrimiento de la sala de embarque. algunos miran una carrera mediocre de autos de turismo por la televisión. otros chatean con algun amigo o pariente. un novio llama a la novia por teléfono. una mujer lee un capítulo más de una de esas sagas románticas que se venden en los supermercados. exploro un granito que me salió bajo el mentón. un intruso duro y rebelde, poco dispuesto a ser desalojado. en una silla de ruedas viene una señora muy arreglada, abrazada de dos cartones de cigarrillos malboro ligths. ella tiene algunos problemas para desplazarse, “ cierta edad”, anteojos y un motivo para seguir viviendo : sus cigarrillos sin impuestos. con una gran tranquilidad dispone las acciones de sus acompañantes. estos se van a re-chequear los tickets aereos, a buscarle unas mentas al quiosco, a cambiar un poco de dinero para tener cambio, etc. el capitán es un tipo bastante elegante. espera, en un costado, que se habilite el ingreso al avión. la señora de la silla gira para poder tener bajo su control las acciones de su sequito. es una reina, una suerte de queen elizabeth pero a los setenta y seis años. aparece su nuera que es tan vieja o está tan desgastada como la suegra. por la sala circula un nerd con aire de estar perdido, algo que por supuesto no es cierto. nuestra heroína sigue a cargo de todos en la sala, sin soltar su tesoro de tabaco y sustancias anexas y desconocidas. en estas epocas del mensaje saludable, su postura es realmente subversiva. ahora se levanta de la silla y camina hasta el baño, con su hijo del brazo. tiene el empaque de una dama de la nobleza. la emperatriz de la nicotina dispone del tiempo, del espacio y elige, en justo derecho, su forma favorita de morir.