jueves, diciembre 30, 2010

ante todo, los modales

con el mayor respeto señora, váyase a la mierda. esa había sido la manera de despedirse de su empleadora luego de tres años de sutiles pero pertinaces actos de maltrato. solo le quedó manotear el casco y subirse a la moto. el verano aún no había comenzado y las hordas de turistas estaban llegando. en algún sitio, tendría trabajo. en épocas de abundancia, se podía resguardar algún espacio para la dignidad. la patrona se quedó con las monedas que le había retaceado en el cambio entre dólares y pesos, clavadas en la mano. se quedó con las cortinas que sospechaba no habían sido lavadas. con el baño que no había sido repasado suficientemente. con la casa que no había sido fregada con el esmero que ansiaba cuando estaba a 2000 kmts. del lugar. la montaña de ropa planchada de una forma que no la convencía totalmente aguardaba en una silla en un rincón de la cocina. los plantines del patio seguirían ahí, tirando tierra que no tendría rápido barrido. el reguero de arena que siempre pendía desde la puerta del auto hasta las habitaciones había quedado, momentáneamente huérfano, como los calzones del marido que estarían unos días más ardiendo en la canasta de la ropa sucia. nadie se haría cargo de limpiar las sobras de la pantagruélica comida navideña ni la caca de los tres perros enormes que circulaban por la casa. prendió el señalero y se mandó por san remo hasta roosvelt. desde ahí hasta el barrio del hipódromo sería solo un rato. con el viento en la cara.

miércoles, abril 21, 2010

por la cornisa

 
por momentos, embullía todo lo que estaba en el plato de manera feroz. en otras ocasiones hacía un discurso absurdo sobre sus intenciones de ponerse a dieta y enumeraba todos los cuidados que estaba teniendo con su silueta. en esos tramos de la conversación podía perfectamente alejarse y viajar con la mente hasta cualquier otro lugar, inclusive podia fumarse un puro imaginario y tirarle el humo ficticio en la cara. eran las libertades que podían sacarlo de la situación y alejarlo de la escena algo bizarra que le tocaba protagonizar. maddie se conformaba con plancharle las camisas y administrar una suerte de torre de ropa plegada que amenazaba todo el tiempo con cubrirla. por las tardes miraba por la ventana a las mujeres que pasaban por el boulevard con sus compras en la mano, conversando entre amigas y pasandose chismes sobre los artistas del momento. mientras él dormía, se pintaba las uñas de los pies con dedicación. cuando él estaba en el baño, lastimaba a su gato con una patada. si sentía que estaba fuera de su area de control, escupía en su comida. el resto del tiempo sonreía con aire sumiso cada vez que él la mencionaba. “ maddie cocina muy bien “ -declaraba con aire de perdona-vidas. era el comentario más favorable que recibía a la hora del almuerzo, cuando había visitas. el resto del tiempo, el comisario no se dirigía a ella. simplemente hablaba solo sobre su principal preocupación de aquellos días : la desaparición de la niña de los parker. había estado sobre una pista cierta y la había abandonado porque sus hombres, tim y promer tenían calor. se habían metido a comer helados y el sospechoso se les había escabullido. nadie se hubiera enterado pero ellos mismos lo admitieron entusiasmados en una entrevista con el diario local, denunciando alegremente su ineficacia y la de todo el cuerpo del cuerpo policial. “idiotas, ahora, tengo a todos encima mío “ mascullaba el comisario una y otra vez, mientras su prestigio se iba por el retrete.