jueves, febrero 10, 2005

martha

aparecí con una botella de dom perignon. era lo mínimo que podía llevarle a la anfitriona. ella acababa de recorrer treinta cuadras subida a tacos de veinte centímetros, con una inmensa corona de plumas en el culo y en tanga. a los 79 años le quedaban pilas para recibir a un heterogéneo grupo de amigos en su casa de la calle curuguati. cuando le di la botella, supo apreciarla y como cualquier abuela habría hecho, la guardó cuidadosamente en el bargueño. en ocasiones como esta, ella tomaba un jugo, el alcohol era para los invitados si bien se las ingeniaba para amenizar con la chispa de alguien que va por su cuarta copa. nos contó que después que terminó el desfile, luego de dar varias entrevistas a la televisión, recibir todo tipo de saludos, besos y bombitas de agua de los niños, se había subido a un ómnibus de línea con una amiga, las dos de zapato dorado pero solo ella en tanga. así había vuelto a su casa la reina indiscutida del tambor de todos los tiempos. después de preparar la mesa, se había calzado la peluca que le daba ese aire de glamour de los cuarentas que curtía con tanta naturalidad. del vestido bata salían sus inolvidables piernas las que nadie se habría atrevido a asegurar por un millón de dólares, pero bien que lo valdrían. entre sus preceptos básicos estaba la militancia por dios y los tacos altos. ambos amigos eran inseparables en ella, imposibles de eludir en cualquier conversación más o menos profunda sobre la vida o el espíritu femenino. entre los invitados había un selecto grupo de fans entre los que estaban su doctor, su escribana , un contador, dos fotógrafos y yo. ella por supuesto acaparaba toda nuestra atención haciendo todo tipo de cuentos divertidos, describiendo con detalle personajes coloridos y citando frases desopilantes que formaban parte de su repertorio filosófico de la calle. los temas eran los clásicos, relaciones hombre y mujer, sexo y aventuras en la vida. en el medio de un cuento gracioso se envalentonó y con una velocidad sorprendente sacó del suotien una teta y la mostró desafiante, a los invitados. no era la teta flácida de una octogenaria, era una teta perfecta, redonda, pequeña y marrón, como la de una chica de 13. en medio de sus propias risotadas tuvo una salida elegante lo que evitó que el resto de las presentes tuviéramos que seguir, con armas menos afiladas, su ejemplo.